¿Soy un conspiranoico…?

by J.A. "GARAÑEDA"

Vivo en un pequeño pueblecito de Madrid. Cada día, tras levantarme por la mañana, lo primero que hago es rezar. Rezar y ponerme en manos de Dios, mi creador. Luego, subo la persiana de la ventana del dormitorio y miro al cielo. A veces está algo nublado, o lleno de nubes. Otras, despejado, y su intenso y limpio color azul me anima a salir al jardín y respirar profundamente. Ese aire fresco infla mis pulmones, y es como una inyección de ánimo que eleva mi espíritu, animándome a escribir. Sin embargo, hay ocasiones en las que ese intenso y límpido color azulado atmosférico no es tal.

Contemplo con detenimiento la atmósfera, y advierto cómo, por encima de todos nosotros, un gran número de aviones, comerciales en su mayor parte, la cruzan, dejando unas estelas blancas que permanecen colgadas en el aire durante horas, extendiéndose paulatinamente hasta llegar a formar un gran velo blanco que hace que el azul celeste se difumine, confundiéndose con una inmensa cortinilla que impide que la luz del sol llegue hasta el suelo con la limpidez y el calor que muchos hemos conocido desde nuestra niñez. Y así, a medida que otros aviones cruzan los cielos en todos los sentidos, esas estelas se mezclan unas con otras hasta formar unas raras nubes que algunos se empeñan en contar que son “nubes de condensación”.

Yo, ignorante de mí, las comparo con las de otros muchos aviones que aparecen en el cielo dejando también sus respectivas estelas. Son aviones que vuelan a la misma altura que los anteriores, pero sus estelas se difuminan rápidamente, sin que apenas quede rastro de ellas. Entonces, me pregunto: “¿por qué son tan diferentes unas estelas de otras?” Y, seguidamente me respondo a mí mismo: “Porque eres un conspiranoico, y ves las cosas como no son”. Y a continuación vuelvo a decirme: “Sí, pero si van a alturas similares, ¿las condiciones de temperatura y humedad, además de la velocidad, serán las mismas, no?” Entonces entro en internet, intento contrastar las diferentes opiniones que se vierten al respecto y, sorprendentemente, me percato de que no hay coincidencia alguna entre ellas. Unos defienden que son nubes contaminantes para provocar efectos atmosféricos de diferente tipo y así actuar sobre la climatología, e incluso sobre la salud de los que habitamos aquí abajo. Otros, por el contrario, siguen defendiendo la hipótesis de la “condensación”. Cosa que, desde mi punto de vista no me cuadra. Y no me cuadra nada, porque, en todo el tiempo que llevamos de invierno, no he visto en el cielo ni una estela de esas, kilométricas, infestando el cielo madrileño. Es precisamente ahora, cuando se aproxima la primavera, cuando retornan las dichosas estelas y la atmósfera se vuelve a cubrir de esa neblina blanquecina proveniente de lo que sea que sueltan los aviones.

¿A ustedes no les parece también todo esto una conspiración? No nuestra, por supuesto, sino de alguien empeñado en amargarnos la vida, o llevar a cabo algún tipo de plan perverso en contra de los que vivimos tranquilamente en este planeta, pensando únicamente en nuestro trabajo, en nuestra familia, en marcharnos de vacaciones, y en disfrutar tranquilamente de nuestras cañitas cada día, cuando terminamos el turno?

Mire que, ya han intentado (y continúan haciéndolo) engañarnos en demasiadas ocasiones… La cuestión es que, sea lo que sea, cuando éramos niños, e incluso adolescentes, no ocurrían estas cosas. O quizá comenzaban a ocurrir y ni siquiera nos dábamos cuenta de ello. El caso es que algo está sucediendo, y nadie nos lo explica con claridad. Y si alguien lo hace, lo tachamos (lo tachan) de conspiranoico. Por algo será, digo yo. Que también existen muchos intereses en que no sepamos la verdad de cuanto sucede a nuestro alrededor. Léase, el Covid-19; o las innumerables guerras que hay en el mundo. ¿No dicen que ahora somos más civilizados? Entonces, ¿por qué hay tantas guerras? ¿Y por qué existe tanto negocio armamentístico? ¿Y por qué hay tanta hambre en el mundo? ¿Y por qué…

La verdad es que hay muchas cosas que no entendemos. Y esto sucede porque nadie nos cuenta la verdad, y hay muchos que viven de la mentira. Yo, ya no me fío. Ustedes, queridos amigos, pueden hacer y pensar lo que quieran. Pero, por si acaso, no se fíen demasiado; no vaya a ser que, cuando menos se lo esperen, se encuentren con lo que no les gusta.

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