La Bretaña y Normandía en autocaravana

por Ivan Morales

“Je suis comme je suis, je suits fait comme ca” (Yo soy como soy, estoy hecho así.) Jacques Prevert, poeta francés

         Francia, esa gran desconocida para muchos viajeros entre los que me encuentro – quizás el idioma sea una de las razones más poderosas para tal justificación – plagada de muchísima historia (desde Carnac hasta la II Guerra Mundial), personajes icónicos que no han quedado en el olvido (Napoleón, Juana de Arco, Richelieu…), lugares con encanto (los castillos del Valle del Loira, la Costa Azul…) y magníficos monumentos (entre los que se encuentra, claro está, Mont St. Michel), por no hablar de una gastronomía top. Charles de Gaulle dijo en una ocasión al respecto: “No se puede unificar de repente un país que reivindica 265 clases de quesos diferentes”.

Calculamos más de dos mil kilómetros en 8 días, con el objetivo de visitar principalmente la abadía benedictina y las playas del Desembarco de Normandía. ´Gasofa´, comida, algo de ropa y poco más. Bueno, sí…ganas de disfrutar de la experiencia y paciencia para compartir durante unos días el mismo espacio y adaptarnos a una cultura cercana a la nuestra con multitud de peculiaridades.

Salimos la mañana del domingo de julio anterior a las elecciones en dirección a nuestro primer destino: La Rochelle (roche, roca en francés). Situada al borde de la Bretaña, es una antigua isla convertida en uno de los puertos más encantadores de Francia que fue devastada por orden de Richelieu en el siglo XVII – en sus posadas se albergó durante la Reforma a un gran número de librepensadores y protestantes –. Un agradable paseo recorriendo las calles del centro – algunas, porticadas – a la luz de la luna con el sonido de la música de un cercano festival al aire libre de fondo nos dio una grata bienvenida a lo que sería nuestra experiencia en la antigua Galia.

Continuamos nuestro particular tour arribando a nuestro segundo destino: Nantes. En la ciudad que vio crecer a Julio Verne se encuentra, entre otros lugares de interés, el maravilloso palacio ducal, comenzado por el duque Francisco II y acabado por su hija, la duquesa Ana, quien en su capilla se casó con el rey Luis XII de Francia uniendo por consiguiente Francia y Bretaña (1499). Recorrimos sus calles asfaltadas – en ocasiones junto a las vías de un moderno sistema de tranvías que circunda la ciudad – parando enfrente de la fachada de la catedral y en la zona denominada como Las Máquinas de la Isla, un parque temático dedicado al autor de “Cinco semanas en globo”, “Viaje al centro de la Tierra” o “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Super!

Tercer destino: Dinan. Justo cuando abandonábamos este espléndido lugar, todos estuvimos de acuerdo de que fue una gran idea visitar esta vieja ciudad repleta de bellos rincones que nos trasladaron continuamente a la Edad Media. Después de aparcar la autocaravana debajo del viaducto, decidimos explorar la zona antes del anochecer, lo que hizo que volviéramos de noche tras un paseo nocturno cargado de magia por el interior de la muralla junto al castillo y por el barrio medieval. *No olvidéis pedir las galettes (especie de tortita salada) y las crepes (torta dulce) con una pichet (especie de sidra) en la Crêperie Ahna.

La siguiente parada es uno de los destinos favoritos para veraneantes franceses y extranjeros: St. Malo. Fuertemente protegida en la actualidad por una impresionante muralla que rodea la ciudad y parte del puerto, fue un lugar devastado por las bombas durante la II Guerra Mundial. El baño en cualquiera de las piscinas artificiales junto a la playa con agua de la pleamar es una cita ineludible en este lugar durante la época estival. *Si pruebas las ostras con vinagreta de manzana te van a enamorar, al igual que las galletas de mantequilla de la marca La Trinitaine.

Y, por último – antes de entrar en Normandía -, el majestuoso Mont St. Michel, uno de los edificios religiosos más grandes de Europa. Han pasado más de mil años desde su construcción y sigue produciendo en el visitante una gran impresión en la distancia y bajo sus pies, un enorme bloque de granito a 75 metros sobre el nivel del mar donde se encuentra el pueblo medieval que rodea a la abadía, testigo de los tiempos. La pasarela construida hace unos pocos años disminuye la peligrosidad de un lugar deliberadamente elegido por la comunidad de religiosos benedictinos que decidieron morar allí en honor al arcángel San Miguel. *Se puede acceder al lugar caminando o en autobús, y es preferible hacerlo a primera hora del día, ya que a partir del mediodía el lugar es un verdadero hervidero de gente.

A pocos kilómetros de Bayeux se encuentran las playas del Desembarco de Normandía, aproximadamente desde la ciudad de Cherburgo hasta la localidad de Le Havre. Antes de recalar en Bayeux, decidimos visitar un par de ellas; en primer lugar, paseamos durante unas horas por la extensa playa de Omaha, uno de los principales puntos de desembarco de la invasión aliada en la II Guerra Mundial donde perecieron miles de soldados – norteamericanos en su mayoría –. Al día siguiente, visitamos el Omaha Beach Memorial Museum, cementerio donde se encuentran más de nueve mil restos de soldados estadounidenses – conocido por aparecer al comienzo de la película dirigida por Steven Spielberg “Salvar al Soldado Ryan” –; en segundo lugar, ya a la tarde, nos acercamos a la localidad de Longues Sur Mer donde se encuentran alineadas frente a la playa varias baterías alemanas. Las vistas desde allí eran espectaculares, y pusieron fin a nuestro periplo por una de las zonas más simbólicas de la caída del Imperio Nazi.

Y para finalizar, Bayeux. La catedral se alza en el cielo bendiciendo con su preciosa presencia a paisanos y turistas, y fue la antigua sede de una de las grandes joyas de la cultura europea, el Tapiz de Bayeux – maravilloso tapiz bordado a mano en el siglo XI actualmente en el Museo del Tapiz y que explica en sus 70 metros de longitud la invasión normanda de Inglaterra en 1066 -. Durante uno de los paseos por las callejuelas de esta bella ciudad surcada por canales semejantes a otras ciudades europeas como Brujas o Gante, paramos a probar un Calvados, una especie de licor de tradición normanda hecho a base de jugo de manzana. *Si quieres probar algo típico de la región, la crepe flambee Calvados regado con un kir normando – una especie de licor dulce – es una de las mejores opciones que puedes elegir.

De vuelta a España, y tras abandonar Normandía, tuvimos la ocasión de parar en Tours para conocer uno de los castillos más destacables del Valle del Loira, el castillo de Azay Le Rideau, una imponente fortaleza del siglo XVII de estilo renacentista que nos quitó el hipo a lo largo de la visita tanto en el interior – ático, dormitorio renacimiento, sala de psique, gran salón, antecámara, sala de billar, dormitorio del rey… – como en el exterior de la misma, y que puso el broche de oro a una experiencia de poco más de una semana que difícilmente olvidaremos.

*Notas de mi compañero Carlos Posada, gran conocedor de nuestro país vecino. Merci.

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