España se hunde. Los pueblos de España se despueblan y son abandonados. La España vaciada es hoy una realidad. El campo y la riqueza ganadera se van al garete… ¿Y todo por qué?
Durante estas últimas jornadas, todos (y me refiero a los que estábamos deseosos de que esta movida se produjese) hemos vivido con satisfacción cómo nuestras carreteras se inundaban de tractores y gentes del campo para protestar contra la política del gobierno. Un gobierno que con su discurso farisaico y fraudulento lleva engañando a los españoles desde que la democracia fue implantada en este gran país, mientras la paciencia de quienes padecen las inclemencias del sector primario se renovaba cada día, cada semana, cada mes, aguardando un cambio que nunca llegaba. Y es que algo tenía que suceder para que la gota colmase el vaso. Los hombres y mujeres que viven de su duro trabajo en el campo, en sus explotaciones ganaderas (grandes o pequeñas), los que cada día viven, como siempre, mirando al cielo, viendo cómo las medidas de un gobierno ladino y raposo, les arrastraba miserablemente al abandono de sus fincas y ganaderías (tal vez esperando convertirlos en un sector subvencionado más), han decidido decir ¡basta!
¡Demasiada paciencia han tenido! ¡Demasiado aguante! Viendo que sus vidas se iban al traste mientras la casta política no hacía sino subirse el sueldo cada ejercicio y viviendo como auténticos maharajás en un país donde la carga fiscal se hace cada vez más insoportable.
La parte menos agría del este sabroso espectáculo ha sido contemplar y “sufrir” estoicamente esas colas interminables de tractores conducidos por las endurecidas manos de nuestros entregados y poco valorados hombres del campo, decididos a ser ellos mismos, sin ambages ni ningún tipo de apoyo político. Ellos sólitos han inundado nuestras carreteras y, lo mejor de todo: nadie se ha quejado. Lo cual, cómo no, tiene su lectura, y quien quiera entenderlo que lo entienda. ¡Ya iba siendo hora! de que alguien plantase cara a este mentecatismo político. Una gobernación ruin y cínica que, al abrigo del “laissez faire, laissez passer”, hunde sus garras en nuestra aguerrida España y en su Historia y tradiciones, así como en las vidas de todos y cada uno de nosotros para desmembrarla y despedazarla sin conciencia, al tiempo que en la cotidianidad somos invadidos (sí, digo invadidos) por oleadas de migrantes que, al amparo de formas mafiosas de actuación y sin que exista control alguno de nuestras aguas territoriales por parte de nuestro ejército, se pasean por nuestro suelo como Pedro por su casa, y con el visto bueno tanto de la infame casta política como de un buenismo mal entendido, cuyo fin último es generar en nuestro país una sociedad nueva, con un patrón nuevo de comportamiento social “respetuoso” y sumiso ante las babosadas y cabronadas de quienes poseen el poder.
¡Olé por nuestros agricultores! ¡Olé por nuestros ganaderos! Y, olé por todos aquellos que supieron estar a la altura de las circunstancias, ya fuese en la carretera, como contemplando las noticias frente a la pantalla del televisor.
¡Ojalá esto sea el principio del final! Pero no de ese que intentan echar sobre nosotros, sino de aquellos que quieren impedir que sigamos viviendo sencilla y honradamente, como siempre fue, a pesar de todo.
