Es un hecho que la Agenda 2030, en su plan de actuación global para cambiar las cosas que no le gustan o no le convienen a los poderosos, mantiene entre otros puntos o apéndices el que se refiere a la DESECACIÓN/VACIADO de los pantanos, con el único fin de hacer que la población que aún no ha sido “domesticada/sometida” y acojonada suficientemente entre por el aro. Un plan que, a nuestro modo de ver, no es sino un acto terrible y asesino, que atenta no sólo contra la vida y la supervivencia de la población, en general, también contra la propia sostenibilidad del planeta.
Por mucho que quienes defiendan estos planes globalistas bajo la excusa de que con su consecución el mundo será un lugar mejor y más ecológico para vivir, lo cierto es que, a los ojos de muchos no deja de parecer una estrategia similar, o igual, a la que Tomas Moro plantea en su Elogio de la locura. Un conjunto de barbaridades, de todo tipo, entre las que cualquiera puede comprobar, a nada que investigue en las diversas fuentes científicas, que no se trata más que de una gran aberración, urdida por un grupo de fanáticos, locos y psicópatas, que quieren hacer pasar al resto de los que no están de acuerdo con sus propósitos, por tontos e ignorantes.
La realidad en la que vivimos actualmente es muy diversa. Hay países que nadan en la abundancia mientras que otros se debaten entre la miseria y el hambre. Otros que mantienen una economía saneada y sostenible, y quienes deterioran el medio ambiente sin miramiento, haciendo que las probabilidades de progreso sean cada vez menores. Y todas estas cosas ocurren ante la mirada insensible de aquellos a quienes, precisamente, se les llena la boca hablando en foros internacionales y nacionales de SOSTENIBILIDAD MEDIOAMBIENTAL y ECOLOGISMO. La verdad es que, si las mentiras fuesen veneno, estos personajillos se habrían ahogado en su propio aire hace mucho tiempo. Pues no hay menor verdad que aquella que se intenta imbuir en la mente de las gentes a base de mentiras repetidas hasta la saciedad.
En la actualidad, se nos bombardea a cada instante con esta idea de las bondades del “globalismo”, como si ello fuese aquel campanario de la coplilla que tarareábamos en nuestra juventud, en el que se ataban chorizos con una cuerda. Sin embargo, se nos engaña repetida, plena e impunemente acerca de las ideas reales que encierra el plan globalista. Lo que hace que, en ocasiones como esta, uno se tope con twitter como el de nuestro arrebatador e iluminado Presidente, diciendo: “Es un honor para España ser sede del Día contra la desertización”. Y añade: “No hay mayor fanatismo que negar la evidencia científica”, cuando ni siquiera los propios científicos se ponen de acuerdo en esta idea. Un discurso que, al compararlo con el de la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en Estocolmo, bajo el lema “Un planeta sano para la prosperidad de todos: nuestra responsabilidad, nuestra oportunidad”no ha tenido pelos en la lengua para decir: “Estamos muy lejos de conseguir los objetivos que nos marcamos (…) esta es la década decisiva (…) construyamos el puente que nos permita unir el presente con el futuro”. Y no ha sugerido, sino “exhortado” (lo que supone incitar a otro con autoridad o derecho a hacer algo) a la comunidad internacional a impulsar acciones concretas.
Sin embargo, hay algo extraño en todo este comportamiento, aparentemente buenista. Por un lado, se habla de “desertización”. Por otro, se intenta obligar a unos socios comunitarios a tomar una decisión conjunta y unitaria en pro del plan globalista. Y, además, “reforzando” estos puntos de vista tan consensuados y democráticos, en los que todos podemos opinar, resulta que, la señora Ribera, no parece encontrar resquicio legal para multar a las empresas eléctricas, como IBERDROLA, que vacían embalses en verano. Un acto sin duda que, en nuestra modesta opinión, se halla más fuera de la Ley que dentro de ella, pues sólo cabe ser interpretado como una prueba más de DELINCUENCIA ORGANIZADA Y TERRORISMO MEDIOAMBIENTAL a nivel nacional y continental que como un acto de contribución a la sostenibilidad del planeta y mejora del bienestar común. Y si no, ustedes decidirán qué es esto.
Por lo tanto, si los encargados de llevar a buen puerto los intereses del globalismo hacen y dicen cosas como estas, piensen qué no harán a nuestras espaldas. Porque, lo que yo no me creo es que, cuando se refieren al “bienestar de todos”, estén pensando en nosotros. Soy partidario más bien del TRANSICIONALISMO. Sobre todo en lo que se refiere a las personas; sustituir a las que no sirven, no valen, o destruyen, por aquellas que tienen la razón en su sitio.