Por qué suben los precios de los carburantes

por J.A. "GARAÑEDA"

Este año, contrariamente a lo que ha venido sucediendo en veranos anteriores, los precios de los carburantes han experimentado un aumento progresivo desde el comienzo de las vacaciones escolares. Un hecho al que algunos no le encontramos justificación y que muchos consumidores tampoco se explican.

Tal vez, para comprender algo mejor cómo funciona todo este “tejemaneje”, deberíamos echar mano de los datos a los que todos tenemos acceso, aun considerando lo tedioso que ello resulta. De modo que, para empezar, expondremos la trayectoria que ha sufrido el precio del crudo, eso que en términos de mercado se denomina “barril Brent”. Y para ello nos remontaremos no muy lejos, al 1 de Agosto de 2023, momento en el que su precio estaba en 85,85 dólares. Desde esa fecha y con algunas variaciones, el coste del barril ha ido aumentando hasta llegar al actual, casi 89 dólares, siendo el precio más bajo el de 83,02, dólares, el 23 de Agosto de este año.

Por lo que se refiere al precio de los carburantes, su evolución ha sido la siguiente:

Gasolina Super 95:  1,576 el 22 de Mayo de 2023.

Diesel: 1,409, el 22 de Mayo de 2023.

Sin embargo, y teniendo en cuenta que en estos momentos no existe el descuento gracioso gubernamental de los “famosos” 20 céntimos por litro, los precios de gasolina y diésel respectivamente son:

En Madrid – gasolina s/p 95, 1,758 Eur – gasolina s/p 98, 1,922 Eur – Gasóleo A, 1,660 Eur – Gasóleo A+, 1,754 Eur.

Sin duda, un encarecimiento de precios sin precedentes, además de inaceptable e injustificable desde cualquier punto de vista, y más teniendo en cuenta que el precio de cotización del barril Brent en Enero de 2023 era de 82,50 Dólares (6,2 Dólares menos que hoy), y que el Euro está actualmente ligeramente por encima del Dólar estadounidense (1 Euro = 1,08 Dólares).

La cuestión que se nos plantea es: ¿por qué siguen subiendo indefinidamente los precios de los carburantes? Algo que muchos consumidores interpretan como un robo descarado del Gobierno, que es al fin y al cabo quien se lleva el mayor porcentaje de beneficio en este agio, por encima del 51%. Pero ésta, querido lector, sólo es una parte de la película (esa en la que los protagonistas, aunque nunca aparezcan en pantalla, hacen el papel de gente honrada, pero que en realidad suelen parecerse bastante a los “chorizos”, habida cuenta de que, al final, nadie da una explicación suficientemente convincente del motivo por el que los precios de los carburantes se disparan. Hubo momentos en los que se le echaba culpa a Putin. Otros, a los americanos. También a los países productores de petróleo. Luego a la guerra de Ucrania (un conflicto creado por la C.E. en connivencia con la mayor parte de los países que forman la OTAN. Y así sucesivamente. De modo que la cuestión acaba en que nadie sabe muy bien por dónde coger el rábano.

El resultado final de este sucio negocio es que el consumidor y la cesta de la compra son siempre los peor parados, y de esta guisa vamos continuamente a trompicones, por causa de los intereses de los gobiernos respectivos y de los sectores implicados en la economía nacional, más que en la internacional.

Llegados a este punto, alguien se preguntará: “– sí, pero, realmente, ¿quién fija los precios de los productos que consumimos?” Pues mire usted, señor lector y consumidor, como esto es todo un batiburrillo que se lo guisan y se lo comen entre unos cuantos, y aunque no resulte fácil de explicar, para que Vd. se quede medianamente satisfecho, le diré que, entre el Gobierno, las grandes multinacionales, los grandes trust, los monopolios, el mundo financiero, la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC), los sectores empresarial y de productores, y, en general, todo aquel que tiene poder suficiente para “cortar” algo en la mesa de negociación. Sí. Porque todos y cada uno de ellos hacen, de cara al ejercicio siguiente a cada año, una previsión de los beneficios que van a obtener según la coyuntura económica mundial; y de ahí no los apea nadie. Al final, todo nos lo dan, como se suele decir, “pelao y mondao”. Que nos conviene… callamos. Que no…, nos aguantamos. Y así sucesivamente. Porque, para ellos, sólo somos números. Luego vienen los “ayes”, los “porqué no dije nada”, lo de “nos han engañado”, o lo de “nos han robado”… Porque la señora Necedad, casi siempre, suele salir por camino equivocado. Vienen a continuación los cabreos, las discusiones, los desacuerdos y las peleas; nos tiramos los trastos a la cabeza los unos a los otros; acabamos peleándonos cuando hablamos de política, de economía, o de cualquier cosa, aunque sea de futbol; y, en ocasiones, llegamos a las manos y hasta nos echamos a la calle intentando matarnos miserablemente entre bandos irreconciliables, mientras los culpables huyen, se quitan de en medio, se exilian voluntariamente… Finalmente, los criminales regresan a “la patria”, en la que se hicieron ricos. Los miserables han hecho las paces. Y todo sigue como si nada hubiese ocurrido. Esta es la realidad.

Así que, si algún dueño de gasolinera se me solivianta, por favor, que no piense que la cosa va con él, que ya sabemos que ellos dependen del porcentaje que establece el mercado y el Gobierno insensible de la “democracia”. Pero que considere que, aprovechando la coyuntura, siempre los hay que abusan. En ese caso, que Dios les perdone; sólo ellos sabrán ciertamente si se han convertido o no en una extensión más del brazo de Alí Babá.

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