(extracto de una entrevista)
Fue don Francisco de Quevedo y Villegas quien, allá por el primer cuarto del siglo XVII, diese vida a su obra “Poderoso caballero es don dinero”. En ella satiriza y crítica cómo el vil metal corrompe no sólo la Justicia sino todos los aspectos de la vida.

Hoy queremos aportar un nuevo granito de arena a través de nuestra revista, La Senda, haciendo un breve resumen de una entrevista a Adrián Salbuchi, famoso analista político y escritor argentino cuyos trabajos, relacionados con la investigación socio-política y económica del mundo actual, poseen especial interés dada su relación con aspectos históricos de aquella España nuestra de los siglos pasados, al tiempo que un actor de excepción hoy tristemente traicionado por todos.
Los datos de Salbuchi son especialmente relevantes. No sólo por su enorme e incontestable realidad, sino por la sencillez que muestra el propio personaje, confesando abiertamente no ser licenciado, ni titulado en materia alguna. Se trata, por tanto, de un maestro autodidacta, estudioso concienzudo y analítico de cuanto aconteció y acontece en el terreno político, económico y financiero a través de los años. Lo cual imprime un valor supremo a su metódica observación y comprobación todo tipo de datos, por otro lado, fácilmente constatables.

Asimismo, afirma Adrián que las crisis económicas y financieras de todos los pueblos, y muy especialmente la de España, no son en realidad producto exclusivo de los gobiernos que los “dirigen”, sino de fuerzas externas, afines o no a las ideologías políticas, que marcan incluso su hoja de ruta y las etapas de permanencia de aquellos. Grupos de poder, tanto económicos como financieros, con la capacidad suficiente para hacer que las decisiones de los gobernantes sean las que ellos proponen y no otras, y siempre según sus conveniencias e intereses. Hasta el punto de ponerlos y quitarlos.
En este sentido, nuestro personaje, se remonta a la época del reinado de los RR.CC. (Reyes Católicos) en España, en particular a la época a partir del año 1497, explicando la importancia y el efecto que produce la “moneda soberana” que emiten aquellos; y no sólo en la política internacional de su tiempo, sino en el conjunto de la socioeconomía planetaria. Una moneda que está representada por el Real de a ocho, y que establece el Real de plata como unidad de cuenta en la Corona de Castilla y en todo el mundo conocido. Su peso nominal era de 550,209 gramos en el sistema español, equivalente a 27,468 gramos del S.M.D. (Sistema Métrico Decimal), con una pureza del 93,055%. Es decir, 25,56 gramos de plata. Su potencial financiero y económico es tal que facilitó el comercio en todos los territorios del imperio español, además de convertirse en la moneda por excelencia de todos los mercados internacionales, gracias a la garantía que le proporcionaban tanto su valor intrínseco, como su peso y su ley. De hecho, llegó a convertirse en moneda de curso legal en los EE.UU. hasta 1857, sirviendo de base para el desarrollo del dólar, que llegó incluso a adoptar su ley, peso y símbolo, como puede comprobarse en los billetes de aquella época.

Mas no todo fueron parabienes. El poder e influencia de nuestro Real de a ocho era tan grande, que acabó suscitando envidias, enemigos, dando lugar también a gran parte de los asaltos de piratas y corsarios extranjeros que, ávidos de codicia y deseosos de liquidar el imperio español, tanto en lo geográfico como en lo monetario, asaltaban nuestros navíos continuamente. Lo cual llevó a que, a finales del siglo XIX, se conchabaran EE.UU. e Inglaterra con la finalidad de encontrar medidas de contrapeso. Este nuevo pacto entre isleños y continentales del otro lado del Atlántico acabaría acarreando consecuencias negativas para Castilla. Pero, de hecho, no mermó en nada el papel del Real de a ocho en la historia de España y del mundo de aquella etapa, tan activo, que las “fuentes oscuras” connivieron entre sí para cambiar el rumbo de los triunfos de la monarquía católica española en todos los aspectos de la vida.
La primera consideración con la que se propusieron atajar las fuerzas del mal del momento fue la que se oponía frontalmente a que la moneda española estuviese respaldada por el oro o la plata; algo que consideraban un alarde de superioridad española contra los estados que manejaban el papel moneda, por considerar que ello les impedía poder acaparar mayoritariamente la riqueza dineraria avalada por los metales preciosos, pues permitía que una gran parte de ella se hallase en manos de la población.

Además, esta oposición a la permanencia en el mercado del Real de a ocho fue tan feroz que los grandes grupos de poder –bancos, entidades financieras, etc.– se unieron en favor de esta iniciativa, llegando a utilizar para ello cualquier medio con el fin de lograr lo que se proponían. Tanto es así que, la no canonización de Isabel la Católica no fue un mero desacuerdo entre partes de la Iglesia Católica, sino un modo de presión sin precedentes por aquellas fuerzas, sobre todo financieras, para destruir el sistema monetario español creado a partir del Real de a ocho.
Otra consideración demasiado curiosa y que forma parte del éxito de aquella “negra” maniobra es que más del noventa por ciento (aproximadamente un 96,5%) del dinero circulante en la actualidad se halla en manos de los bancos y entidades financieras de todo tipo. De modo que tan sólo el monto de dinero en circulación equivale realmente a un 3,5% o 4% del total; lo que hace que la economía en general de los estados sea cada vez más deficitaria en favor de los grandes grupos de poder, que acaparan sin ningún tipo de escrúpulos la masa monetaria.

La segunda curiosidad en relación con este tipo de presión por parte de las “fuerzas oscuras” son los hechos acaecidos en algunas naciones, sobre todo contra políticos y jefes de Estado. No deja de llamar la atención que las muertes de determinados mandatarios –Gadafi (Libia), Saddam Hussein (Irak), Nasser (Egipto), Adolf Hitler (Alemania), J.F.Kenedy (EE.UU), etc. –, según Adrián Salbuchi, fueran asesinados o murieran en condiciones sospechosas por no plegarse a las exigencias de dichas “fuerzas oscuras”. A saber: declinar de su intención de continuar manteniendo una moneda soberana en sus países de origen. Algo que, sin lugar a dudas, a dichas fuerzas no les convenía. Como tampoco debía convenirles demasiado en aquellos tiempos de Isabel I de Castilla (Isabel la católica), cuyo único hijo varón y heredero natural de la corona, Juan de Trastamara –“la última esperanza de los Reyes Católicos” -Miguel de la Paz– murió, sospechosamente, de unas fiebres desconocidas (probablemente envenenado) el 4 de Octubre de 1497, en Salamanca, a los 19 años de edad.

He aquí, pues, el motivo por el que existe tanto interés en que la moneda virtual llegue a imponerse en todos los mercados del mundo. El globalismo ya no es, por consiguiente, una estrategia para imponer un “Nuevo Orden Mundial”, sino para apoderarse de todo nuestro dinero, permitiéndonos realizar únicamente aquellas operaciones comerciales que ellos nos impongan. Y ahí, no podemos ser tan incautos de pensar que existe algún partido político que se halle fuera de esa estrategia. Antes al contrario; cada uno tendrá sus propios planes. Pero, en definitiva, el objetivo final a quien favorece es a ellos, y sólo a ellos. De ahí que la criptomoneda sea –y esto deben reconocerlo todos aquellos que se consideran pequeños inversores, antes de que les sobrevenga la ruina total– no una realidad empírica, que vaya a proporcionarnos riqueza a todos los que formamos parte del mundo laboral (del pueblo llano), sino una ilusión. Tan sólo es un icono virtual, inventado para hacernos caer en una trampa.
La pregunta final que Salbuchi se hace es: ¿por qué el sistema continúa funcionando? Él mismo nos proporciona la respuesta: “sólo la ignorancia de los pueblos puede sostener un sistema así en pie”. Y, “sólo los grandes capitales pueden manejar un país, e incluso satanizarlo”.
Ello es la explicación de que, en la actualidad, la Deuda Externa ya no importe. Cada país, o cada Estado ha caído en esta trampa, negligente pero consciente, de emitir dinero papel, a sabiendas de que no tiene ningún valor, pero que en cambio sirve a sus intereses personales y defraudatorios. Un papel que carece por completo de respaldo económico, ya que los bancos nacionales carecen de garantía suficiente para respaldar todo ese papel fullero que circula diariamente por los mercados del común de las gentes. Y un papel dinero que carece de valor intrínseco, habida cuenta de que la deuda externa contraída por casi todos los Estados es inasumible, tanto política como económicamente. Así el mundo, en general, sigue funcionando, pero siempre en manos de usureros, mentirosos, traficantes, mafiosos, y gente indeseable ataviada con smoking. Aunque, “el único valor real en el que podemos confiar continúa siendo el trabajo y la producción”.
Alemania no andaba desencaminada cuando pretendió adoptar el patrón trabajo como respaldo de su sistema económico. Sin embargo, los poderes financieros del mundo, asentados en el patrón oro, no se lo permitieron. ¿Sería tal vez por lo mismo que sostiene Salbuchi?
Tan sólo, pues, nos queda la esperanza: “(…) derramaré sobre vosotros un agua pura, que os purificará de todas vuestras injusticias (…), y os daré un corazón nuevo (…).” (Ezequiel 36, 24-28). Y eso, sólo si depositamos nuestra confianza en Dios. Pero no aguardando a que Él lo haga todo.