P A S O S

por J.A. "GARAÑEDA"

No es un paseo turístico. No es un desfile. Tampoco es una competición, para ver quién es el mejor, o el que luce más elegantemente engalanado. Este año, 2023, la Semana Santa tordesillana ha lucido esplendorosamente. Y no por sus “pasos”, que también,  sino por lo que siempre la distinguió. La religiosidad de un pueblo ha quedado puesta nuevamente de manifiesto, tanto en el comportamiento humano como en todas y cada una de las procesiones y actos religiosos de esta Semana Santa, en la que todos hemos sentido con especial fervor la llama de nuestra fe avivándose de nuevo en nuestros corazones.

Todo esto lo digo sin recato, pues es lo que mi familia y yo experimentamos tras contemplar, desde diferentes puntos del recorrido, cómo calle adelante iban avanzando  cada uno de los pasos de la procesión del Viernes Santo. En ella, sin duda, se patentizaban con gran énfasis los sentimientos más íntimos de nuestra religiosidad pueblerina, en ocasiones tal vez contenida por esa absurda complacencia hacia quienes, jactándose de tolerantes, nunca fueron respetuosos con nuestras creencias. Pero ha llegado el momento de romper con ese “complejo”. Un comportamiento que nos lleva, en demasiadas ocasiones, a considerar más la libertad del otro que la nuestra propia. Y es que, sentirse orgulloso de lo que uno es y hace constituye un derecho que honra a cada cuál en lo que verdaderamente le corresponde.

Este año de 2023 ha marcado un hito en el camino. Un punto de inflexión que nos indica, en tanto que tordesillanos, la obligación que debemos imponernos en todas las cosas. Lo hemos hecho de la mejor y más hermosa manera que podíamos hacerlo: honrando como se merecen nuestros santos y nuestra fe católica, apostólica y romana. Y continuaremos haciéndolo si ponemos en ello todo nuestro empeño. Un esfuerzo que no ha de tener límites y que este año han realizado las diferentes hermandades de nuestra localidad. Así, cada “paso” ha lucido como nunca en el conjunto procesional, dentro del cuál cada uno de los cofrades, grandes y pequeños, jóvenes y mayores han dado muestra de la seriedad y compostura que requería la situación. Se han guardado las distancias. Las bandas han resonado dulce y delicadamente a lo largo de todo el recorrido, sin estridencias ni desacordes. Y el silencio ha venido a engalanar de manera especial la noche serena del Viernes Santo, haciendo que en cada alma se encendiera la llama viva que exige el Divino Pastor. Todo ha salido a pedir de boca. Y en el ambiente se ha hecho patente el recogimiento que siempre fue singular distintivo de esa devoción tan pura y humilde que todo hombre o mujer castellanos guardaron siempre hacia nuestro Padre Celestial.

Esperemos, pues, que este crecimiento devocional sea sincero y permanezca presente de hoy en adelante, sin renuencias, en los corazones de todos. Y que volvamos a ser ejemplo de fe y de vida ante todos esos que tanto nos criticaron y continúan criticándonos, haciendo del rencor el motor de sus instintos.

Desde estas humildes líneas, nos enorgullecemos como siempre, pero hoy más que nunca, de ser tordesillanos. Y damos nuestra más sincera enhorabuena a todos cuantos con su esfuerzo y tenacidad, con su trabajo y sacrificio, han hecho posible que nuestra Semana Santa tordesillana vuelva a ser lo que siempre deseamos que fuese, ejemplo para los demás y luz para que las generaciones venideras no desvíen sus pasos hacia el camino equivocado.

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