Un día después, cuando han sido llevado a cabo todos los recuentos electorales, y con los votos emitidos destruidos, por si alguien desea recurrir, las noticias nacionales hacen mención, en general, a la debacle de los partidos de izquierda y el triunfo de esa supuesta “derecha raquítica” española, que tantos conocemos como PP. Pero a lo único que casi nadie hace referencia es a la lluvia y a VOX. Una lluvia que, tras meses de ausencia, por causa de la cortina maléfica de los lacayos de satanás, se deja caer desde hace días sobre nuestra bendita tierra por la gracia divina, alimentando así la esperanza de tantos hombres de buena voluntad.
Por todo ello, hoy se respira un aire nuevo. Un aire que, sino tan puro como el de antaño (pues el tufo masón reina por doquier corrompiendo cuanto toca), inunda nuestros pulmones, haciéndonos desear, con más ansia que nunca, ese cambio positivo e imprescindible que haga volver, a cada rincón de nuestra España, el ímpetu perdido y los deseos de compartir aquella libertad bien entendida que un día recibimos en herencia.
Desearíamos que esto fuese posible a partir de los resultados electorales municipales y autonómicos obtenidos en la práctica totalidad de nuestra nación. Sólo los recalcitrantes, tal y como lo demuestran los datos, se han resistido a cambiar. Sin duda porque aún albergan en sus corazones algún atisbo de resentimiento; eso que hace que las almas caigan en la ruindad de llamar “progreso” a los cuentos y a todo lo que ensombrece la vida de las gentes en lugar de iluminarla. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, de todo hay en la viña del Señor. Tal vez sea este el motivo por el que hoy casi nadie menciona el éxito cosechado por ese partido político llamado VOX, intransigente y retrógrado según muchos, que dice verdades como catedrales y denuncia los “malos usos” de la progresía envenenada. Y es que, la mentira, como la coquetería, siempre se esconden sus auténticas intenciones tras un bello disfraz. Desgraciadamente, nadie tiene que venir hoy a descubrirnos cuáles eran esas intenciones. Todos hemos podido comprobarlas con nuestros propios ojos. El resultado: ruina económica, empobrecimiento de las clases sociales más bajas, pérdida de nuestra identidad patria, merma educacional, pérdida de valores, subsidiariedad migratoria, pérdida de nuestra soberanía en beneficio de la CC.EE., y, sobre todo, aumento desordenado de toda clase de vicios y delincuencia.
Tras el descalabro, la maniobra de un disoluto, impúdico, cínico y desvergonzado presidente, no podía ser otra: el anuncio de la disolución del Parlamento, así como la convocatoria de nuevas elecciones generales a un par de meses vista. El peligro de que el patinazo sea aún más grande hace que se intente evitar el mismo. Pero el daño ya está hecho. Y, a pesar de ello, intentarán recuperar lo perdido para volver a las andadas. En nosotros está procurar a toda costa evitarlo. No será fácil, pues “el masón” se las sabe todas y procurará aumentar la “artillería” ilegal, financiera y fanática del opositor a toda costa. Sin embargo y a pesar de que el destino no exista, deberemos tomar buena nota, e intentar no olvidar lo que hemos soportado durante estos últimos años. Las trampas que se nos van a tender serán innumerables. Y los partidos políticos ya sabemos a qué juegan, ellos nunca pierden. No estaría mal que abriéramos un poco más nuestros ojos para no perder la oportunidad que se nos brinda de evitar en lo posible ser engañados. Aún así, lo harán. Pero las dificultades con las que se encontrarán no serán las mismas si nos mostramos más alerta y menos pasotas.
En consecuencia, se supone que todos hemos salido ganando con el triunfo del PP en estos comicios municipales y autonómicos. Ahora habrá que ver qué sucede en adelante, si se continua con la política de adoptar medidas políticas sociales y económicas tibias y sin suficiente arrojo para remediar los graves problemas de nuestro país, o si se prefiere adoptar medidas guiadas por los intereses globalistas; es decir, por la masonería putrefacta que desea imponernos el “nuevo orden mundial”. Entretanto, esperemos que esos que dicen ser la derecha auténtica de este país se deciden a no dar un paso atrás en su intención de poner las cosas en su sitio, para que no tengamos que volver a padecer la pesadilla progresista de: más corrupción, más miseria, más fiscalidad, menos valores, menos educación y más desmadre generalizado, etc. etc. etc.