El hogar de mi familia materna hasta el fallecimiento de mi abuela Pura se encontraba en el antiguo barrio “18 de Julio” de mi pueblo, actualmente la Plaza de Castilla y León. Recuerdo vagamente la figura de mi abuela como una viejecita gruñona pero cariñosa, seguramente tras la crianza de sus siete hijos en una época difícil que, con los años, le fue agriando el carácter a pesar del ´bien visto´ puesto de trabajo como sereno que tenía mi abuelo Francisco, apodado ´Marigoño´.
Mi abuela era de pequeña estatura, con el pelo negro apelmazado y un semblante serio pero cercano. Vestía siempre de negro, y en la época estival disfrutaba ver pasar el tiempo sentada sobre su diminuta silla de mimbre y madera a la entrada del suelo ajedrezado del patio.
A pesar de las innumerables visitas que recibía a lo largo del año, vivió sola sus últimos años tras el fallecimiento de mi abuelo. En aquel tiempo la queríamos. Cuando pasaba horas interminables impertérrita junto a la ventana, nos sentábamos alrededor -los más pequeños en el suelo- para acompañarla entre el parloteo de los presentes y el rumor del televisor. Entonces mi miraba se posaba repentinamente sobre uno de los personajes que reparte periódicos perteneciente al cuadro “Paisaje nevado” de Pieter Brueghel ´El Viejo´ que colgaba en una de las paredes. Entonces yo me hacía la siguiente pregunta: “¿No se deshelará el río?”.
La casa de mi abuela no era pequeña, ni mucho menos. Tenía forma alargada, y la mitad de la misma lo formaba un precioso patio al descubierto adornado de innumerables plantas de todas clases coronado por un precioso arco de escayola que se mantuvo firme con el inexorable paso del tiempo, especialmente tras los ocasionales días festivos; comuniones y cumpleaños. Al fondo del mismo, el invernadero acristalado de dos plantas de aspecto mágico nos incitaba a entrar, al igual que la carbonera con sus inolvidables puertas de madera batientes que nos servían ´de caballitos´. Arriba, el desván donde mi abuelo guardaba sus incontables ´alamares´, y frente a la puerta trasera de la cocina, la pila de piedra para lavar la ropa a mano con el omnipresente jabón de lagarto sobre la misma.
Por dentro, la casa era cómoda y espaciosa. Situados en la parte superior de la misma se encontraban los cuartos que, al caer el sol, eran iluminados por las ´peras´ (interruptores antiguos con forma de esta fruta) que mostraban paredes empapeladas con formas y figuras de gusto isabelino. Los suelos, de madera, crujían a nuestro paso, especialmente cuando correteábamos jugando al ´escondite´ o al ´pilla pilla´ -hecho que ponía de muy mala leche a nuestra abuela-. Los solitarios cacharros de cobre colgados de la pared o las planchas de hierro bien colocadas sobre la chimenea nos llamaban especialmente la atención -por aquel entonces desconocíamos su utilidad-, al igual que la lámina enmarcada de todos los Reyes de España colgada en la pared de uno de los pasillos. Era raro el día que no me paraba a observarla frente a ella.
La casa de mi abuela fue el último lugar donde nos reunimos todos. Quizás por ello tiene para mí un significado tan especial.
20 comentarios
Muy bonito texto cousin, felicitaciones
Gracias, Silvia. 😘
Recuerdos q no se pueden olvidar, muchas gracias Ivan
Gracias, Ana.
Que bonito
Gracias, Dave.
Como me gusta leerte… la casa de mi abuela también era y sigue siendo especial…
Gracias, Rebe. Un besote
Si señor Ivanovich!! Siempre quedarán esos recuerdos tan bonitos de la infancia el tiempo pasa pero ahí estan¡¡ Saludos
Gracias, Totó. Un abrazo
Recuerdo todo lo descrito Iván ..
Fueron muchas horas de juego .
Un saludo, Jesús.
Si que me acuerdo de todo que dices Iván sentada a la puerta de la trasera y pasaba yo y siempre me paraba hablar con ella un rato y me decía estás rodillas que me duelen y mira como se me ponen ,que tiempos para el recuerdo así es
Así es. ¡Feliz Navidad! 🎄
Muy bonito y emotivo.
Me ha encantado Iván, al leerlo me venían recuerdos de la casa de mi abuela también. Recuerdos que no se borran, (imágenes, olores, sonidos,…) quizás porque nos transportan a una época muy feliz de nuestras vidas, una etapa que al recordarlo nos transmite mucha paz.
Gracias, Guiller. Un abrazo
Si se hubiera respetado su inicial construcción, sería hoy un barrio precioso. Los vecinos del inicio irrepetibles.
Gracias, A. María. Un abrazo
Hola Iván: Leo tus artículos con interés, y, siempre me preguntaba por quien podías ser. Ahora, con este de «la casa de mi abuela», me he dado cuenta de quién eres. Hijo de Charo.
Me ha gustado mucho tú escrito; sobre todo por los recuerdos que ha despertado en mí; incluido el de tu padre y tu abuelo Julio (menos, a tu madre) a los que conocí, Y, ni que decir tiene, tambien conozco a toda la familia de tu madre . Por eso, me he puesto nostálgico, y, aunque parece que esta nostalgia hace daño, tengo que decirte que para mí, sobre todo en estas fechas navideñas, me trae unos recuerdos entrañables que me hacen vivir de nuevo aquellos inolvidables momentos de mi juventud. ¡Que tiempos aquellos!. Te lo digo desde el punto de vista de un octogenario al que se le amontonan los recuerdos. Cuando se dan estas situaciones, me gustaría hablar …. y hablar, ¡de tantas cosas y recuerdos!. Ahora, me conformo con rememorar las tantísimas cosas que ha despertado en mí tu escrito, y seguir con mí soliloquio. Cuando vaya a Tordesillas (voy con cierta frecuencia) me gustaría conocerte e invitarte, mientras hablamos de estas cosas que tanta alegría me causan. ¡Ay la nostalgia dichosa!
Hasta entonces, deseo que tengas una Feliz Navidad y que el Año Nuevo te traiga esas tres famosas cosas que tanto ansiamos los humanos. Un abrazo fuerte.
Por si por alguna circunstancia puedo serte útil, mi teléfono es 607.25.54.34
Gracias, Jesús. Estaría encantado. ¡Feliz Navidad y próspero 2024! 🎄🎉🎆