Homenaje póstumo a Fernando Rodríguez Martín

por Ivan Morales

El pasado domingo 5 de noviembre, la asociación vallisoletana de senderismo Linderos organizó una ruta por el monte Endino (Cantabria) para conmemorar el fallecimiento de uno de sus socios, Fernando Rodríguez Martín, senderista tordesillano que falleció de manera repentina un año antes a pocos metros de la cumbre.

Fue un acto emotivo pero simple, como era él. A pesar del recio viento – que soplaba en dirección norte al igual que en aquel fatídico día – que ´acariciaba´ nuestra delicada piel y ´peinaba´ los amplios pastos que nos rodeaban allí alrededor del mediodía en un silencio sepulcral solamente interrumpido por el silbido del aire en movimiento, se realizaron las actividades programadas: plantar un árbol, leer estas palabras que se transcriben a continuación, y cantar parte de una canción dirigida por uno de sus compañeros y amigos, Ángel 13.  

En el acto estuvo representada su familia gracias a la presencia de otra de las socias y hermana del difundo, Soledad Rodríguez, y de su sobrina Ana. Desde aquí damos las gracias a todos los asistentes al evento por su participación y por todos los gestos de cariño y respeto mostrados durante la realización del mismo, pero en especial a la directiva del club formada por Paco, Marga y Ana, quienes fueron los primeros responsables de que se volviera a recordar a Fernando Barriles con un sencillo homenaje no exento de emoción en el mismo lugar donde nos dejó un año después. Gracias.

A continuación, os dejamos la dedicatoria del acto homenaje.

“Es un honor dedicar unas palabras cargadas de cariño y respeto al que fue nuestro querido amigo, hermano y compañero hasta el día en el que, de forma repentina, se desvió de nuestra ruta para siempre en el lugar en el que nos encontramos para ir ´al paraíso´ un día pretérito de otoño. No es una tarea fácil…es tan difícil plasmar con palabras todos los recuerdos y sentimientos vividos junto una persona que dejó una indeleble huella en nosotros que todo lo que se diga es poco para homenajearle en el día de hoy. Los que tuvimos la suerte de cruzarnos en su trayectoria vital aún recordamos su tremenda vitalidad a pesar de encontrarse en el otoño de su vida; sus ansias por vivir desde la madrugada; sus tremendas ganas de disfrutar siempre en compañía de familiares y amigos de la naturaleza y de lo que ésta nos ofrece cada día. En definitiva, de vivir el momento junto a los suyos, o sea, nosotros. Y lo hacía siempre siguiendo su particular ritual: vistiendo su inconfundible chaleco repleto de bolsos; llevando su inolvidable bandolera de cuero en cuyo interior siempre había embutido, algo de queso y un mendrugo de pan; y portando siempre su navaja, imprescindible en todo momento. Además, lo hacía con su inolvidable sonrisa que, junto al brillo de sus ojos, dotaban al conjunto de su persona de un aura especial de complicidad que muy pocos poseen sin saberlo. Gracias Fernando por tu amistad, por ayudarnos a ser mejores personas y por dejarnos un recuerdo tan limpio en nuestros corazones. Hasta siempre.”

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