Historia de un soldado tordesillano, herido, prisionero y liberado en la guerra

por Jesús López Garañeda

En aquellos días duros de la pandemia del virus matador, y con el tiempo empleado en rebuscar historias de nuestro pueblo desperdigadas por aquí y por allá pues siempre he entendido que son sus gentes las protagonistas del devenir de los pueblos, me encontré con un expediente de un soldado tordesillano, herido, capturado y liberado en la pasada guerra civil española, así como sus andanzas, escritos y peticiones rechazadas por el tribunal que debía integrar como caballero mutilado en la nómina de cuantos fueron heridos en acto de servicio.

Se trata de Julián García de la Cuesta, “canuto” para entendernos, quién fue destinado y enrolado a prestar su servicio militar en la Compañía Expedicionaria de Zapadores en el sector del Tajo (Toledo) el 16 de octubre de 1938.(primera compañía expedicionaria Gran canaria, agregado a la 4ª compañía de Zapadores 7 de Valladolid). El caso fue que Julián se encontraba de guardia con otros compañeros en el frente de Monterrubio (Extremadura) el 6 de enero de 1939 cuando se produce una carga de caballería del enemigo y a consecuencia recibe una herida en la cabeza y en el dedo anular de la mano derecha por un sablazo propinado por uno de los jinetes. Queda herido y es hecho prisionero trasladándole al hospital donde es liberado, tras 70 días de cautividad, por las tropas nacionales, al recuperarse la localidad el 28 de marzo de 1939.

Le fueron concedidas las siguientes recompensas por méritos de guerra: una medalla de campaña; una cruz roja al mérito militar y una cruz de guerra. El 1 de julio de 1939 pasó a la reserva de Valladolid, sumando abonos de campaña en su hoja de servicios por 4 años, 4 meses y 15 días. Su licencia absoluta del ejército lo es desde el 1 de agosto de 1951.

Y aquí comienza la vicisitud de Julián, soldado herido en el frente y hecho prisionero, con escritos y reconocimientos sucesivos para ser declarado con esa denominación y poder acceder a la ayuda que le correspondía por “ingresar en calidad de prisionero y herido de arma blanca en la cabeza y mano derecha donde le quedó anquilosado un dedo de su mano derecha”. Nada menos que el 5 de junio de 1976 le reconocieron tres médicos en el hospital militar de Valladolid y le certifican la lesión incluida en el número 272 del vigente cuadro de mutilados y le mandan un telegrama el 17 de julio de 1976 en el que escuetamente le dicen que “no es posible su curso…pues No alcanza el coeficiente suficiente para ser clasificado como caballero mutilado”.

Lo que no dice el informe es que la revisión de la herida de la cabeza TREINTA Y SIETE AÑOS DESPUÉS ya era inapreciable, cosa lógica pues la naturaleza obra también a favor del cuerpo. En fin tantas recompensas, tantas vicisitudes y heridas ciertas NO fueron reconocidas como tales a Julián Garcia de La Cuesta, el hijo de Ladislao y María, quien con su esposa Canuta Carrión tuvo que vivir de una pequeña tienda de ultramarinos, comestibles, gomas de tirador, alambres y pajareras para sacar una familia adelante. Uno de sus hijos, Luis, me ha facilitado los datos de esta curiosa hoja de servicios escondida en una carpeta y olvidada por el tiempo y la desgracia en una solana. Su casa aún en pie persiste en un lugar de Tordesillas, al que se llama y conoce popularmente como “las escaleras de la Canuta”.

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