El primer apagón           

by J.A. "GARAÑEDA"

Lo que vivieron los neoyorkinos en 1977 fue similar a lo que ayer, 28 de Abril, sucedió en España, Portugal y parte de Francia. Una sucia maniobra que, tanto en aquella ocasión como en esta es, con total seguridad, consecuencia de la obra del mal, hoy bacteria que infesta las mentes y corazones de gran parte de los gobiernos del mundo, llevados de la idea de que ni Dios ni el diablo existen. Por ello, sólo la humanidad contaminada por esa creencia tiende a asumir el papel de ambos, en un exceso de soberbia sin límites.

Aquellos viejos americanos de los años 70, probablemente vivieron su “apagón” de otra manera, imbuidos de la idea de que América era superior a cualquier otra nación del mundo. Pero, a pesar de ello, de algún modo, aquel “quedarse a oscuras” supuso también, durante 27 largas horas, un desbarajuste generalizado, que afectó la vida diaria de muchas personas humildes, la de muchos ahorradores, y la de gran cantidad de pequeños y medianos empresarios que llevaban años contribuyendo a levantar su país, sin pedir ni exigir nada a cambio.

Lo acaecido ayer en España es –por eso lo califico de “similar” guardando las distancias– fue un “contratiempo” inesperado, para el que no estábamos preparados como meros habitantes de un país “moderno”, aunque falto de gobierno auténtico y real, en el más estricto sentido del término.  Una sorpresa desagradable, que nadie imaginaba ni comprendía, y que ni siquiera se había planteado cómo podía suceder tal cosa en un mundo globalizado, en el que todo está “previsto”, sí, pero de qué forma. Y es que, cuando el mal se pone a trajinar no hay quien lo ataje, humanamente hablando.

Este “apagón” generalizado de nuestro país no es tal. Aunque muchos lo achacarán a la mera casualidad. Como tampoco es el resultado de una supuesta sobrecarga en las redes del sistema eléctrico nacional, incapaces de absorber la cantidad de flujo de energía que la modernidad requiere. Es únicamente el producto de un plan criminal trazado desde la maldad y la experimentación social. Así lo contemplamos quienes opinamos que, aunque en nuestro Pueblo haya aumentado de modo generoso el número de necios, la estulticia, afortunadamente, no es una desgracia generalizada. Y mucho menos como para que exista una gran mayoría que opine de un modo tan incauto. Y ello pese a los ataques bárbaramente democratizadores que nuestros gobiernos “democráticos” han venido trazando legislatura tras legislatura, para llevar a cabo un control en todos los campos de esta secular, honrada y cristianizada nación, con el fin de convertirla en un erial de analfabetismo decimonónico.

La sorpresa con que este criminal apagón ha caído sobre la población española ha provocado   muchos y destacados inconvenientes, aunque los medios no se hayan hecho eco de ello. Y en esa continúan, gracias al beneplácito que les otorga el sanchismo. Ojalá que el tiempo les pase adecuada factura a los responsables de actos tan ruines como malévolos.

Inconvenientes, decimos, porque, inevitablemente, han afectado al funcionamiento de todo el tejido económico, sanitario, educativo, de transporte, productivo, etc. Y de un modo total y absolutamente alevoso e impasible. No puede haber excusa para calificar este hecho como un acto casual, sino deliberadamente perverso. De hecho, no sólo lo han sufrido los propios nacionales, sino gentes de todas partes del mundo que, inexplicablemente, han comprobado los daños que esto puede ocasionar –y de hecho ocasiona– en los habitantes, sean de la nacionalidad que sean. Tanto es así que muchos habrán pensado en lo que sucedería en su tierra de producirse un desmán de semejantes proporciones. Y más si fuese provocado voluntariamente, o con fines que uno no puede comprender desde la más pura e inocente razón.

Nos enfrentamos, pues, por desgracia, a una situación en la que no todos los sectores poblacionales se hallan implicados, pese a que compartan opiniones distintas acerca de cuanto estamos padeciendo. Sin embargo, y aun respetando el punto de vista de cuantos simpatizan con el movimiento o programa globalizador, el hecho de haber dejado a un país entero a oscuras durante doce horas seguidas nos parece una auténtica atrocidad. Una barbaridad mental, indigna de gentes que pretenden dirigir y gobernar cualquier país del mundo. Pues, entender estos hechos como susceptibles de ser utilizarnos en contra de la humanidad, explicándolos a la vez como beneficiosos nos parece un acto de hipocresía merecedor del mayor de los castigos. Mas bien nos parece un acto auténticamente diabólico, despreciable desde cualquier postura inteligente; y en modo alguno disculpable.

Este ataque de hoy no es sólo un atentado contra los derechos y libertades de nuestro Pueblo, sino una auténtica transgresión dolosa  y amoral por parte de los poderes legítimamente constituidos, en un alarde de prepotencia y superioridad con los que pretenden anular la voluntad de toda la sociedad, y en aras a llevar a cabo todos y cada uno de sus propósitos globalistas. Una perversión total y absolutamente satánica, nacida de la malicia y el fuego de las llamas del infierno. Aunque para algunos haya supuesto una “gracia especial” que les ha posibilitado aumentar ostensiblemente sus días de vacaciones durante el “puente”. Pero lejos de esto, supone un claro y manifiesto acto de terrorismo de estado, del que sólo pueden ser autores aquellos que desprecian la humanidad del hombre, en general y desde sus más simples, humildes y generosas acepciones. Habrá muchos que se han alegrado de lo sucedido, pero también habrán tenido que pagar un alto precio a su despreciable actitud. Verse atrapados en las carreteras por falta de carburante para continuar su viaje, suponemos, no les habrá resultado nada agradable. Y, quizá, alguno haya recapacitado sobre la cuestión desde su flamante coche eléctrico. Otros, se habrán encontrado con que en la gasolinera no podían repostar por falta de energía eléctrica. Pero así, al menos, muchos no se cachondearán cuando adelanten a un viejo Seat 600, de esos que todavía circulan por nuestra red de carreteras. En cuanto a los que hubieran hecho planes para celebrar su 25 aniversario de boda en un lujoso restaurante, estarán que trinan, tras comprobar cuán lerdos han sido aplaudiendo toda esa farsa globalista con la que están tan entusiasmados y felices. Otros en cambio, a quienes por motivos de urgencia se vieron obligados a acudir a un centro de salud, o a un hospital, o a una clínica privada, se les habrán caído los palos del sombrajo cuando el cirujano les ha puesto en antecedentes de que, tal vez, no puedan realizar la intervención que tenían prevista para llevar a cabo el trasplante para salvar la vida de su hijo/a. Entonces, puede que comiencen a pensar –si es que alguna vez lo hicieron–, para darse cuenta de que el egoísmo, al igual que las mentiras, tienen las patas muy cortas. Y se cagarán en la puta madre del que parió la idea de la globalización, en el sistema, y en el gobierno (sea del signo que sea). Y, si llegara el caso, de todos aquellos políticos que presumen continuamente de apoyar esta diabólica pantomima, mientras lucen estúpida y creídamente el consabido pin en la solapa de su americana. Y todo ello sin tener en cuenta otras cuestiones de muchísima más gravedad y que afectan tanto inmediatamente como “a posteriori” a tantas y tantas personas que, sin comerlo ni beberlo, se han visto afectadas por esta Gran Putada. Pero, en fin, este tan solo es un punto de vista más de cuantos integran el programa 2020-2030 y 2030-2050. Así que, españolito querido: sigamos bendiciendo la Agenda globalista y ya veremos lo que ocurre. Ero mucho me temo que, poco a poco, comprobaremos hasta dónde nos la meterán por causa de nuestra necedad o estulticia. Hasta no hace mucho tiempo éramos la envidia de Europa y del mundo. Hoy, gracias a nuestro estúpido afán de ser más “demócratas” y más condescendientes que nadie, nos hemos convertido en los seres más idiotas del planeta. Y, sobre todo, de esa idea globalizadora que sólo favorece a los poderosos. Esa que nos jode y requenosjode mientras sonreímos y reímos sus gracietas.

De modo que, queridos ignorantes –como reza el título de ese programa televisivo que tanto os gusta–, en vuestras manos lo dejo (Antonio Mota). Una sabia solución que nunca estará demás en un país donde el tuerto es quien corta el bacalao. Hay quienes aseveran que habrá un apagón y tres días de oscuridad en la Tierra. Aunque no parece haber ninguna evidencia científica de que la Tierra pasará por tres días de oscuridad. Pero pensar que esto pueda ser un bulo, estando rodeamos de quienes tienen las cartas marcadas, no sería sino una mayúscula estupidez más por nuestra parte.

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