Constitución, pesebres y matanzas

por J.A. "GARAÑEDA"

Solía ocurrir en España, como en otros países, que, cuando algo se establecía por ley, por costumbre, o por cualquier otro motivo, era frecuente que se mantuviese en el tiempo de manera indefinida, por considerar sus gentes que tales eran buenas, tanto para ellos como para la tierra que les cobijaba. Pero hete aquí que, aquello de: “El tiempo acaba poniendo cada cosa en su sitio”, no siempre se convierte en una máxima. Y es que, en nuestro país, tierra original donde las haya, patria de conquistadores y descubridores, reyes sabios, célebres doctores, jueces íntegros e imparciales, santos señaladísimos, hombres y mujeres de religión y fe profundas… ni los refranes, ni las leyes físicas, ni tan siquiera los milagros hacen que las cosas vayan por su justo derrotero, de no ser a golpe de estaca.

El día seis de Diciembre fue declarado en su momento “día de la Constitución”. Una fecha que, de haber nacido con buenas intenciones y haberse mantenido los hombres en esa misma línea, debiera haber sido celebrada hasta hoy con apoteosis, y por todos los españoles. Sin embargo, siendo los tiempos más bien como las conciencias (hoy helados, mañana tórridos y secos), el ambiente callejero en esta fecha, así como en el interior de cada españolito de bien, no coincide con los buenos augurios de aquella concepción. Tal sucede con la festividad que lleva ese mismo nombre (de la Inmaculada Concepción); día en el que las calles se cubrían de oraciones y flores al paso de la imagen sagrada de la Virgen María, protectora y salvadora de la humanidad, y que hoy apenas es sacada de su hornacina por miedo a hacer pública nuestra condición de cristianos. Algo sobre lo que los pastores de la Iglesia también deberían recapacitar, para intentar descubrir si existe en ellos parte de culpa en el desaguisado.

Así pues, todo ha cambiado, para desgracia de nuestra patria y de sus gentes, como las horas del día y la noche: de la luz a la oscuridad. La Constitución, documento imprescindible en toda nación que se precie de respetar y poner en valor la Justicia, la Libertad y los Derechos de las personas, ha sido pisoteada por los mismos que la parieron, convirtiéndola en un cúmulo de mentiras a base de ignorarla e interpretarla a su antojo. Aquellos que nunca tuvieron la intención de hacerlo, hoy pacen en los pesebres de la ingratitud, la deshonra y el delito continuado, riéndose a carcajada abierta del resto de los que creyeron en ella. Son apesebrados voluntarios de una impostura política permanente y continuada, delincuentes consentidos y mantenidos por las instituciones más altas, libertos sin juicio al amparo de la justicia mal entendida y torticeramente interpretada. Gentes maliciosas, que han terminado convirtiendo un país grande, libre y esperanzado en un estercolero, donde se dan la mano los ladrones, los impúdicos, las mentiras, la hipocresía, la traición, la demagogia masónica, la perversidad demoniaca, la obscenidad sin ambages, y la miseria mental más decadente. Razón por la cual, en la mayoría de las conciencias este día festivo carece de raíz suficiente para ser celebrado. Nada hay en él que infunda respeto y gratitud. Más bien al contrario: festejar la infame afición de sus gobernantes por arruinar todo lo que en otros tiempos hizo que se nos admirase en el mundo entero supondría por nuestra parte una gran concupiscencia con el horrendo pecado que ellos cometen cada día al mantenerse en una impostura tan mugrienta. Pero ese es el camino que conduce al hundimiento de las naciones. En nuestro caso, la Nación Española ya no existe. Sólo es un variopinto escenario en el que las taifas campan por sus respetos, al tiempo que los títeres se jactan ridícula y groseramente de ser el Gobierno legítimo de algo que ha desaparecido.

De modo que, lo único que cabría celebrar serían las matanzas. Aquellos actos barbáricos que, según algunos de estos botarates, los españoles llevábamos cometiendo desde tiempos antiguos, sólo por el capricho de dar cumplida necesidad al propio abastecimiento, para no pasar hambre en medio de los fríos del invierno. Una sana costumbre que hacía que la alacena de cada familia estuviese repleta de jamones, chorizos, tocino y toda clase de alimentos, sin tener que recurrir a la limosna o a las subvenciones de la falsa caridad política. Y todo sin que el peculio de cada vecino fuese socavado por las sucias maniobras del astuto gobernante, como ocurre en nuestros días. Una costumbre, insisto, que servía además para que las diferentes familias se reuniesen con un motivo suficientemente alegre y nada sospechoso, dando suelta al regocijo lógico con el que se ejecutaba un rito ancestral,  lleno de naturalidad, y en el que se cumplían todas las normas de la justicia divina, al acatar y realizar un sacrificio coincidente con lo establecido en las leyes del Creador. Aquella sangre ya no corre por las callejuelas de nuestros pueblos, mortecinos a base de sacrificios insatisfechos. Las prohibiciones nos invaden por doquier, convirtiéndose en amenaza de sanciones que nunca existieron. Y el aire no se llena de aquel bullicio procurado por los muchachos al recorrer los rincones del pueblo jugando con las vejigas infladas con el aire de los pulmones de sus propios padres. Ahora, según dicen, “somos más cultos”.

No obstante, ha sido la pobreza espiritual de los españoles la que ha generado este campo de batalla, permitiendo que se nos arruine cada día con nuevos e injustificados impuestos para mantener en lo más alto de la pirámide social a una banda de ladinos ignorantes que no piensan más que en sobrevivir a costa de todos y de todo. Hienas sin domesticar, sedientas de “sangre”, que buscan entre la carroña empobrecida lo que más bien debieran buscar en medio de su propia esencia y condición.

Tan sólo nos queda, pues, pensar en lo que fuimos y en lo que ahora somos. Pero eso será cada día más imposible, dadas las condiciones en las que se mueve nuestro aprendizaje. Otra maniobra severa y perfectamente planificada, para lograr que seamos nosotros mismos quienes nos pongamos las cadenas del esclavismo globalista sin tener la oportunidad de culpar a nadie por ello.

1 comentario

Lorenzo 06/12/2023 - 14:14

💥📢Así es querido hermano José Antonio. El Constitucionalismo sin la esencia de la ley natural y de la Ley divina amparando y sosteniendo su sentido, no es más que un arma ejecutora de toda clase de estructural social que ampara, encubre y financia la maldad, provocando con el paso del tiempo una gangrena insuperable en el Corpus del suelo Patrio en donde ha inoculado su veneno mortal. ✝🙏 ¡Arriba España Eterna! ¡Viva Cristo REY!

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