«[…] aunque no pueda volver la hora del esplendor en la hierba de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos fuerza en lo que queda detrás»
William Wordsworth, poeta inglés
Lake District -distrito de los Lagos-, con un radio de 45 kilómetros, es quizás uno de los destinos turísticos menos conocidos de Inglaterra y, no por ello, con menos encanto. Sus amplios parajes naturales de una belleza singular albergan un gran número de lagos y montañas que alegran la vista de cualquier visitante, ya sea de origen británico o extranjero, al igual que los incontables rincones escondidos en los distintos pueblos desperdigados por los condados de Cumbria y Lancashire.
Esta región, históricamente de pasado turbulento, transmite en la actualidad tranquilidad a todo aquel que tiene la suerte de descubrirla bien a pie, en bicicleta o en barco, y es especialmente en la estación del otoño donde esta cualidad cobra mayor intensidad. Allá dejamos las ciudades de Liverpool o Manchester que, sin desmerecer los muchos atractivos que estas dos grandes urbes ofrecen a todo tipo de turistas, no aportan la verdadera esencia del país alejada de las imparables influencias occidentales.
Con más de 16 kilómetros de largo se encuentra Windermere, el mayor lago de Inglaterra. En sus orillas se pueden encontrar algunas mansiones de los magnates de la industria tras la aparición del ferrocarril a mediados del siglo XIX, hecho que permitió a la clase trabajadora de aquella época tener la posibilidad de visitar la región. Un transbordador une desde Keswick las diferentes orillas del lago (single ticket “ida”, return ticket “ida y vuelta”), muchas de cuales señalan el comienzo de las distintas rutas de senderismo que atraviesan las laderas arboladas, las extensas campiñas y las impresionantes colinas que circundan el ecosistema acuático. Debido a lo accidentado del terreno, es conveniente ceñirse al sendero e informarse del tiempo a través del National Park.
En Keswick visitamos el Pencil Museum, una antigua fábrica con buenos programas audiovisuales cuya tienda te permite realizar un alto en el camino para tomar un café bien caliente. En una de las salas de la exposición pueden contemplarse algunos lapiceros utilizados por los soldados británicos durante la II Guerra Mundial.
Y no muy lejos de allí se encuentra Grasmere, un asentamiento de casas de estilo victoriano con innumerables tiendas de montaña y con una gran cantidad de restaurantes con una buena oferta gastronómica. En este mismo lugar es donde vivió el poeta romántico William Wordsworth, coetáneo de otros poetas como Coleridge o Quincey.
A mitad de camino en dirección a Manchester, justo horas antes de hacer noche en el pueblo de Whalley, visitamos el bosque de Bowland, una preciosa extensión de brezal donde se encuentra Hutton-in-the-Forest, una preciosa e imponente casa del siglo XIII construida para resistir los ataques escoceses. En una de las aldeas nos vimos ´obligados´ a parar para probar el british pie -una especie de hojaldre relleno de carne guisada- acompañado de a pint of beer -una pinta de cerveza-. Y es que una interesante charla con deliciosas viandas en buena compañía es algo que no se puede obviar en estas escapadas.
Por último, os contaré la historia de las brujas de Pendle, uno de los procesos más famosos y mejor documentados del siglo XVII que conmocionó a la población del lugar y que, hoy día, se sigue recordando especialmente en estas fechas cercanas a Halloween. En 1612 once mujeres fueron condenadas por brujería en Lancaster Castle supuestamente tras verse implicadas en rituales satánicos. Muchas de las acusadas procedían de familias campesinas que vagaban míseramente maldiciendo a quienes se negaban a socorrerlas. Se ignora si fueron coaccionadas o estaban enajenadas a confesar sus culpas, o efectivamente practicaban la nigromancia. Todas excepto una fueron ejecutadas en la horca.
