A cencerros tapados que es Viernes Santo y ha muerto Dios

by Jesús López Garañeda

Traer aquí en estos días de Semana Santa cuya apertura fue la llamada procesión de las palmas o de la borriquilla que representa el momento de la entrada de Jesús en Jerusalén, siendo vitoreado por sus paisanos con el grito de «¡Hosanna al hijo de David!«, que extendían sus mantos al suelo, haciéndole un paseíllo triunfal, la expresión a cencerros tapados tan gustosa entre los ganaderos andaluces de otro tiempo que colocaban a sus animales en el día tan señalado como el Viernes Santo, es un ejemplo más de la unión tan profunda que existe entre las personas del mundo taurino con la fe arraigada, noble y especial de la Religión cristiana.

Dicen que irse a cencerros tapados significa irse a escondidas de un lugar y hacerlo a cencerros tapados es llevar a cabo algo de forma sigilosa, procurando que nadie se entere. Esta metáfora tomada de los cencerros del ganado que los tapan, con hierba generalmente, para que no hagan ruido la cuenta el maestro Iribarren en su porqué de los dichos, recogiendo la locución tomada de los arrieros que queriendo salir del mesón o del pueblo de noche o muy de mañana sin ser oídos, deseando no llamar la atención de la gente sospechosa, tapan los cencerros de sus caballerías, llenándolos de paja, hierba o atando el badajo, para que no suenen.

Pero la expresión de cencerros tapados creo que va mucho más allá en las formas y en el contenido. Cuando en el verano como consecuencia del calor se quita el cencerro para que no los rompan los animales con las alocadas carreras que les produce la cuca, esa mosca martirio de cartílagos del ganado vacuno, al llegar sin embargo el Viernes Santo era costumbre que los cencerros enmudecieran de todo el ganado del campo: De los bueyes o cabestros ya sean de estribo, de caballo o de tropa, según el sitio en el que entregan su ayuda impagable al vaquero, mayoral o ganadero para el manejo de los toros bravos, eran silenciados sus cencerros y campanillas, como muestra de respeto a la muerte de Nuestro Señor Jesucristo el día de Viernes Santo. Desconozco personalmente si en estos días que recuerdan la Pasión y Muerte de Nuestro Señor,  existe y se aplica aquella tradición innegable, heredada de sus mayores, en parte de las vacadas bravas de la actualidad. Por cierto, esta cuestión también se llevaba a efecto el día en que moría un vaquero, un zagal o el mismo ganadero, en señal de luto, un luto por otra parte escalofriante, en fiel recordatorio de su memoria.

Ese silencio campero, lejos del tintineo de esquilas y cencerros el día del Viernes Santo es una tradición singular, digna de recordar aquí y seguir respetándola con toda el alma, porque ha muerto Dios por todos; y la naturaleza, especialmente la dehesa donde pacen de manera apacible los animales de ganado bravo, es la guardiana y conocedora de una tradición de siglos que utiliza para rememorar aquel Misterio de la Salvación humana, y pide a gritos su vigencia, su realidad, manifestando su creencia profunda.

Para terminar, el verso de Villalón:

«Van sonando acompasados los cencerros

de los bueyes blanquinegros

de astas largas y los negros

toros finos obedientes al guión

en pausada procesión...».

Silencio, pues, en las dehesas de toros bravos, que es Viernes Santo y  ha muerto Dios.

Foto: Fermín Rodríguez

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