Viaje a la Alcarria

by Ivan Morales

Es muy probable que el escritor coruñés Camilo José Cela se encontrara otra Alcarria a la actual cuando, a mediados de los años cincuenta, inmortalizara su periplo de diez días por el sur de Castilla la Nueva en la magistral novela Viaje a la Alcarria, un personal testimonio de su experiencia viajera a través de un lenguaje sencillo no exento de riqueza léxica, fina ironía y mucha sensibilidad. Ésta es mi personal visión de lo vivido hace unos días en algunos de los puntos de este ´enclave literario´.

Día I – Mondéjar

 A tres horas en coche desde el lugar de mi partida, Tordesillas, se encuentra no muy lejos de Madrid la vieja villa de Mondéjar, etimológicamente ´monte de piedras´. Este sencillo pueblo sigue conservando sorprendentemente una parte envidiable de su patrimonio cultural y artístico a pesar de los infortunios sufridos a lo largo de su historia. Mondéjar es, sin duda, uno de los destinos clave de esta comarca, la Alcarria, que comprende la parte suroeste de Guadalajara, la zona sureste de Madrid y las tierras situadas al noroeste de la provincia de Cuenca. El frío, el viento y la lluvia me dieron su particular bienvenida y no me abandonaron hasta el último día.

En este municipio perteneciente al marquesado de Mondéjar desde principios del siglo XVIII, cobra un papel crucial el aristócrata D. Iñigo López de Mendoza, todo un hombre del renacimiento descendiente del Marqués de Santillana que compra la villa a los Reyes Católicos dotándola de una gran importancia en los sucesivos años. Tanto la visita al Museo Catedralicio de la Iglesia de la Magdalena -que expone verdaderos tesoros entre los cuales destaca un magnífico crucifijo tallado de grandes dimensiones- como el descubrimiento de la Cripta de los Judíos -un espacio subterráneo excavado debajo del altar de la ermita de San Sebastián que alberga un conjunto de más de 70 figuras que representan la Pasión de Cristo- dejaron una buena impresión en mí a pesar del mal tiempo.

Día II – Chinchón y Zorita de los Canes

En la ciudad madrileña de Chinchón, a 40 kilómetros de Mondéjar, nació el actor cómico José Sacristán en 1937. Declarado bien de interés cultural, llama poderosamente la atención su fantástica Plaza Mayor, un ejemplo de plaza porticada formada por una serie de edificios de corte castellano con soportales y balcones de color verde. Quizás la monumental fuente de piedra situada en un punto de su periferia fuera testigo en numerosas ocasiones de las andanzas del niño Pepe cuando, siendo niño, jugara con sus amigos al escondite o a las canicas o cuando, convertido en un adolescente, se pasara las tardes viendo pasar las mozas por su empedrado suelo librándose del taller mecánico de su padre.

Al visitar las galerías del cercano Museo Etnográfico para ver una gran variedad de objetos y utensilios de otra época expuestos con buen gusto, los visitantes pueden experimentar por momentos un tipo de recuerdo como el siguiente: domingo por la tarde. En el cuarto de estar hay una mesa circular con un brasero en su parte inferior y, cubriéndola, un mantel de plástico con el mapa de España sobre el que descansan una baraja de cartas y un dominó. Alrededor, asientos ensogueados y una cama turca. Sobre la pared de la sala, un cuadro del Corazón de Jesús y, sobre la cómoda, dos cuadros; el de la foto de un familiar durante el servicio militar y el de los novios recién casados. Suena un aparato de radio que pierde la conexión intermitentemente.

Destino ineludible para entender la época de la Reconquista es, sin duda, Zorita de los Canes, un pequeño pueblo no muy lejos de Mondéjar perteneciente a la ruta de los Calatravos. Su imponente castillo, a pesar del mal estado en el que se encuentra, es toda una huella fehaciente de su glorioso pasado. Cela escribió sobre ella: “Zorita de los Canes está situada en una curva del Tajo […] Su castillo debió ser una verdadera fortaleza, aunque sus arcos y sus bóvedas aparecen desaplomados y amenazan venirse al suelo de un día para otro […] La gente de Zorita es amable y lista […] Sus habitantes son de raza rubia como los alemanes y los ingleses. Zorita es un pueblo que vive en familia y en paz y en gracia de Dios. […] Al otro lado del río, la ciudad visigoda de Recópolis y, en sentido contrario a pocos kilómetros, Almonacid de Zorita, pueblo donde estuvo como boticario León Felipe”.

Día III – PastranaLa primera impresión que tiene uno es la de encontrarse en una ciudad medieval, en una gran ciudad medieval.  Pastrana recuerda, de una manera imprecisa, a Toledo y, algunas veces, a Santiago de Compostela.  Con Toledo tiene puntos de contacto ciertos, evidentes. […] Con Santiago de Compostela tiene cierta vaga semejanza en el sentir. El viajero no sabe explicarlo de otra manera.” C. J. C.

Pasear por las estrechas calles de Pastrana nos traslada a otros tiempos, sobre todo si se camina por el Barrio de Albaicín, se cruza la Plaza de los Cuatro Caños o se para uno frente al renacentista Palacio Ducal (siglo XV), lugar de residencia de los Duques de Pastrana, Ruy Gómez de la Cerda y su mujer Ana Mendoza de la Cerda, la ´Princesa de Éboli´. Esta enigmática mujer, retratada con un parche en el ojo -se desconocen los motivos-, es acusada tras la muerte de su marido del asesinato del secretario de Juan de Austria por lo que es encerrada por orden de Felipe II en distintas prisiones del reino hasta que finalmente es trasladada al Palacio Ducal donde finalmente muere -sus restos descansan en la cripta de la Colegiata junto con los de su difunto marido-. Frente al palacio, la Plaza de la Hora, «una plaza cuadrada, grande, despejada, con mucho aire», llamada así por el tiempo que tenía ella diariamente para disfrutar de los rayos de sol en el balcón enrejado de la ´sala-celda´ donde estuvo permanentemente encerrada hasta el final de sus días.

Hoy parece que el tiempo nos dio una ligera tregua a los escasos valientes dispuestos a conocer la historia del lugar y a algún que otro repartidor de bebidas alcohólicas que no tiene más remedio que trabajar un lunes por la mañana. Entonces decido esperar a que abran la oficina de turismo en el bar de los Toreros -situado éste junto a la denominada Calle del Toro-, un local de pequeño tamaño, anticuado, cuyas paredes, ligeramente levantadas por la humedad, delatan cierto descuido por parte del dueño al igual que la presencia de polvo en las botellas de licor situadas sobre los anaqueles dispuestos detrás de la barra o que el estado desgastado de una de las vigas de madera del techo del que cuelgan pequeños cuadros con fotografías en blanco y negro de toreros con la cara ausente y la mirada perdida.

Atravesando la calle Mayor en línea recta, el viajero se topa con la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, un austero pero bello templo católico que alberga la fantástica colección de tapices de Alfonso V de Portugal, verdaderas joyas del arte flamenco que narran las gestas bélicas de la armada portuguesa en el siglo XV en las ciudades de Arcila y Tánger.

Bien visible por la magnitud de su fisionomía desde cualquier punto elevado de la zona o desde la carretera en coche viniendo de Mondéjar se encuentra, subiendo una cuesta no muy pronunciada salpicada a ambos lados por árboles frutales, el Convento de San Francisco, otro de los lugares sagrados fundados por Santa Teresa de Jesús que supuso otro punto y aparte en mis andanzas durante este día.

Día IV – Sigüenza

Aunque no forma parte de la Alcarria, no podía finalizar esta ruta por la provincia de Guadalajara sin conocer la maravillosa ciudad de Sigüenza, cuyo importante patrimonio histórico artístico bien merece una visita. Concretamente su imponente castillo, los conventos de los alrededores o la parte vieja amurallada con sus empedradas calles plagadas de casas y edificios de bello estilo. Pero es la Catedral la que, formando también parte de este grandioso patrimonio, atrae las miradas de los visitantes por su asombroso tamaño y belleza, tanto de su exterior -es todo un ejemplo del románico en sus inicios y del gótico una vez terminada su construcción- como de su interior, con una amplia nave central de grandes columnas rematadas con capiteles de tema vegetal, numerosas capillas entre las cuales destaca la sacristía -con su bóveda labrada en piedra con más de trescientas cabezas – o la del Doncel -mausoleo que alberga la sepultura de Martín Vázquez de Arce, ´El Caballero del Doncel y de su familia´, sin hablar, claro está, del claustro, rehecho por el cardenal Carvajal a principios del siglo XV formado por cuatro galerías de arcos apuntados.

«La Alcarria es un hermoso país al que la gente no le da la gana ir. Yo anduve por él unos días y me gustó.» C. J. Cela.

Ídem de ídem.

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