La revolución silenciosa del cine iraní

by Ivan Morales

Ayer por la tarde, en otro día apacible y sin sobresaltos en el que los débiles rayos del sol van anunciando tímidamente la llegada del invierno, opté por pasar un par de horas delante de la gran pantalla de los Cines Broadway de Valladolid para disfrutar de la cinta cinematográfica Sirat, la película que nos representará en la próxima gala de los Óscar. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que la sesión tendría lugar por la noche y no a las cinco de la tarde como estaba anunciado en Internet. Sin dudarlo un segundo, compré la entrada para descubrir Un simple accidente, filme dirigido por el realizador iraní Jafar Panahi premiado este año con la prestigiosa Palma de Oro del Festival de Cannes.

            Detenido y encarcelado en numerosas ocasiones por “cometer el delito de hacer propaganda contra el régimen” según palabras de las autoridades de aquel Estado, Jafar Panahi fue excarcelado durante el cumplimiento de su última pena de prisión tras una presión mediática orquestada por personajes importantes del mundo del cine a nivel internacional como Robert Redford, Steven Spielberg, Martin Scorsese, Robert De Niro, Jim Jarmusch, Oliver Stone o los hermanos Coen. Actualmente reside junto a su familia en la ciudad donde empezó a formarse en el mundo de la dirección de cine y televisión: Teherán.

            Sin duda alguna, este director es uno de los más influyentes de la llamada nueva ola iraní, una nueva concepción del cine surgida a partir de los años setenta y ochenta en Irán que nos ha regalado y nos sigue regalando verdaderas joyas cinematográficas cargadas de planos con un fuerte y crudo realismo social, de sutiles diálogos que critican el régimen totalitario iraní y de secuencias llenas de una abrumadora humanidad. El sabor de las cerezas (1997) y El viento nos llevará (1999), ambas de Abbas Kiarostami; Las tortugas también vuelan (2004) de Bahman Ghobadi; Kandahar (2001) de Mohsen Makhmalbaf; Osama (2003) de Siddiq Barmak; Buda explotó por vergüenza (2007) de Hana Makhmalbaf; Nader y Simin, una separación (2011) de Asghar Farhadi; o Niños del paraíso (1997) de Majid Majidi son solamente algunos ejemplos pertenecientes a esta corriente artística reveladora y transformadora.

            Para los creadores citados anteriormente, y para otros muchos pertenecientes a este ya veterano y valiente movimiento de este país de Oriente Próximo, el cine ha sido y seguirá siendo una poderosa herramienta para mostrar la condición humana al mundo con la intención de “revolverlo, levantarlo y, en definitiva, cambiarlo”.

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