Se acabó la fiesta

by J.A. "GARAÑEDA"

2025 trajo la festividad de la Virgen de la Guía como siempre, el día 8 de Septiembre, lunes; por lo que el comienzo de las fiestas tuvo lugar oficialmente el sábado siguiente, con los famosos y entrañables Faroles. Con ellos, la alegría y el bullicio, en los que todos, niños y mayores, participamos de un modo más o menos activo, aunque no tan moderado, entró en todos nuestros hogares. Pero hasta el estruendo de los cohetes era más soportable que el de las actuaciones interminables de los grupos musicales que cada noche actuaban en la Plaza Mayor. Funciones que daban comienzo alrededor de las once de la noche y que, uno no entiende por qué, solían finalizar sobre las siete de la mañana, acababan fundiendo su insoportable zambumbía con el ya de por sí molesto ruido de las máquinas de la limpieza municipal, más justificado a tales horas y, por supuesto, menos oneroso.

La plaza Mayor, convertida cada noche en un espacio semejante al de los “botellones” que se llevan a cabo en muchos lugares, donde el alcohol y las drogas suelen correr por doquier, a veces a escondidas, otras no tanto, acababa presentando un aspecto desolador en la madrugada: botellas vacías por doquier, vasos de cristal y de plástico acumulados en las mesas que los restaurantes habían dejado sin recoger, y una peste bastante desagradable consecuencia de los líquidos que habían quedado esparcidos por el suelo. Y, en cada casa, alguien sin pegar ojo, por causa del infernal ruido de los modernos artefactos que suelen utilizar los conjuntos que son contratados para tales eventos.

Palpado el parecer de los vecinos en relación con esta cuestión, uno puede encontrarse con opiniones diversas. Las hay que consideran este exceso de ruido normal –pese a que sobrepasa con creces el nivel de decibelios permitido por la normativa legal–. Otros, manifiestan que, tratándose de las fiestas de la localidad, debemos ser tolerantes. Lo que suele provocar colisiones y controversia entre quienes piensan de diferente modo. Y un tercer sector –coincidente con los más jóvenes y con aquellas personas con escaso criterio para discernir entre lo que es permisible y lo que no–, que opina que, por un día (o varios), no pasa nada.

Esta última opinión nos parece la menos aceptable. Más que nada porque puede acabar siendo peligrosa. Y me explico: en primer lugar, hemos de tener en cuenta que las normas, siempre que sean lógicas y/o razonables, se refieran a cualquier tipo de actividades, han de ser respetadas por todos. En segundo lugar, obviar tal planteamiento supondría una frontal oposición al orden legal y legítimamente establecido, y podría derivar en graves enfrentamientos entre partidarios de unas posturas y las opuestas. Y en tercer lugar –y esta es la más aberrante–, la que da por sentado que por un día no pasa nada.

Dicho esto, uno podría considerar que, si en algún momento este planteamiento llegase a tomar forma de ley, acabaríamos dirimiendo nuestras diferencias mediante la violencia más absoluta. De modo que, quien tuviese un resquemor, una antipatía, ojeriza, e incluso odio hacia alguien por alguna causa, el asesinato quedaría perfectamente justificado bajo el mismo.

Esto es –sin llegar a este punto– lo que, en cierta medida ha ocurrido este año con el pueblo tordesillano. Todos conocemos de la concentración que tuvo lugar durante uno de los días festivos frente a la Casa Consistorial exigiendo explicaciones al edil. La mayor parte de los concentrados era gente joven. Algunos con aspecto universitario. Otros, no tanto. Pero la mayor parte de ellos (varones y hembras) personas de edades comprendidas entre los 20 y los 30/35 años. El motivo, según parece, no era sino la queja manifestada por un vecino/a de la localidad como consecuencia de los insoportables ruidos y molestias que una de esas orquestas “disk jockey” con que las peñas suelen deambular por las calles de la villa día y noche, instalándose por tiempo indefinido en un lugar cualquiera de ellas, impidiendo así conciliar el sueño a quienes, por suerte o desgracia, han de trabajar a la mañana siguiente. Tanto es así que el hecho llegó a conocimiento del subdelegado de Gobierno, provocando la consiguiente comparecencia del Alcalde en uno de los balcones de la Casa Consistorial, con el deseo de dar la pertinente explicación acerca del bando que había sido dado por tal motivo. Luego, bajo el lema “Prohibido prohibir” (máxima del famoso Mayo del 68 en Francia, bajo el gobierno del general Charles De Gaulle), la masa allí concentrada exigía la anulación de dicho bando, motivo de su protesta.

El alcalde, ante el ánimo exacerbado de los concentrados, intentó dar una explicación al respecto, pero nadie parecía estar dispuesto a brindarle esa oportunidad. De modo que los ánimos se relajaron algo al ver cómo el alcalde rompía el papel en el que supuestamente figuraba el escrito que había dado lugar al bando. Pero, aun así y a pesar de que su gesto carecía de toda transcendencia legal, la masa no se calmó, haciendo oídos sordos al ofrecimiento de este para que una persona en representación de todos los allí presentes subiese al Ayuntamiento para dialogar acerca de la cuestión y tratar de encontrar una solución consensuada. Nadie accedió al ofrecimiento. Y, ante la persistente presión del momento, el regidor acabaría diciendo: “Está bien. Si no queréis escucharme ni dialogar, haced lo que queráis”. Y desapareció de la vista de todos los presentes.

Ello supuso, desde aquel preciso momento, una auténtica dejación de autoridad por su parte. Actitud que, frente a todo lo razonable, no debió haberse producido, pero que sin embargo se produjo. Por lo que, a nuestro juicio constituyó la consecuencia de las posteriores e interminables actuaciones que tuvieron lugar más tarde, tanto de estas orquestas peñeras como de las de música rockera y alternativa que, contratadas por el consistorio, intervinieron a lo largo de las noches siguientes hasta prácticamente la salida del sol.

La conclusión de todo este embrollo es que el ruido excesivo y ensordecedor de la música disc jockey con que algunas de las peñas de la localidad recorrían calles y plazas durante las 24 horas del día no cesaron en ningún momento. Lo cual sólo cabe entenderse como una manifiesta e inaceptable actitud de desobediencia civil ante las normas dictadas por el municipio y sus representantes legítimos. Una postura nada democrática y, sobre todo, bastante incívica, que no representa, por supuesto, a la mayoría de los habitantes de nuestra villa, Tordesillas.

Desde estas líneas y con toda humildad, exigimos al Sr. Alcalde que tome las riendas del asunto, para que en años sucesivos no ocurran situaciones semejantes. Las normas, si existen o se dictan han de ser razonables y lógicas; motivo por el cual todos y cada uno de los ciudadanos estamos obligados a respetar sin ningún tipo de excusa. De no ser así, conseguiríamos vivir bajo la anarquía total, y carecería de todo sentido presumir de vivir a la sombra de una democracia, si es que lo que deseamos tener como forma de gobierno es eso y no otra cosa.

Por último, añadir que, el pueblo tordesillano debería tomar conciencia de ello, en lugar de hacer de su capa un sayo que no justifica su postura bajo ningún concepto. La calle es de todos, pero las noches también son de todos. Sobre todo, de aquellos que más delicado estado de salud poseen, así como de los moribundos, los cuales merecen el mayor respeto.

Aún nos queda un año para recapacitar. Pensemos no sólo en nosotros, sino en los demás. Ellos son nuestro prójimo más cercano, y quizá nuestro familiar más allegado y necesitado de comprensión.

1 comment

Víctor Alegre 22/09/2025 - 08:01

A veces se piensa que, utilizando un lenguaje excesivamente formal, se pueden introducir afirmaciones poco veraces o que desvirtúan la realidad. He observado que usted manifiesta con frecuencia su malestar respecto al ruido generado durante determinados eventos. Entiendo que haya realizado publicaciones similares en relación con los días de Motauros, la cabalgata de Reyes y otras festividades que se celebran en el municipio.

Me gustaría conocer también cómo se vivían las fiestas en su juventud, ya que, según se desprende de lo que escribe, parece que entonces todo transcurría en un ambiente de absoluto silencio. Por otra parte, permítame señalar que, en muchas ocasiones, los jóvenes también tenemos criterio y un punto de vista válido, aunque no siempre coincida con el de quienes ya no forman parte de las generaciones más jóvenes.

Se me olvidaba corregirle: en su publicación menciona la concentración frente a la casa consistorial, pero no se ajusta a la realidad que allí estuvieran únicamente jóvenes. También había personas de otras edades, lo cual demuestra que no es un problema exclusivo de una generación. Creo que resulta demasiado fácil para usted cargar las culpas únicamente sobre los jóvenes, pero debe saber que siempre habrá quienes salgamos a corregir afirmaciones que no se corresponden con los hechos.

Nuestra única petición es poder disfrutar durante 5 o 6 días al año de las fiestas del pueblo sin tantas restricciones como las que se recogen en el bando, especialmente teniendo en cuenta que durante el resto del año apenas hay actividades para los jóvenes en Tordesillas, lo que nos obliga en muchos casos a salir fuera.

Asimismo, no conviene olvidar que muchos jóvenes colaboran y trabajan en las fiestas, y lo hacen sin quejarse constantemente del ruido ni de las molestias inherentes a unas celebraciones que forman parte de la tradición y de la vida social del municipio

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