Hasta cuándo…

by J.A. "GARAÑEDA"

Arde España por los cuatro costados. Desde hace semanas las noticias ocupan el umbral de los medios, dándonos cuenta de la evolución y la desgracia que los incendios van causando a su paso por doquier. La tierra arde, consumiendo miles y miles de hectáreas de bosque, monte bajo, tierras de cereal… Y lo peor, sumando víctimas mortales en su desastroso viaje, heridos incontables, y profesionales que se dejan la piel luchando denodadamente contra un monstruo terrible, que asola las zonas por las que pasa. Los incendiarios no dan tregua. Y, como siempre, se desconoce quiénes y cuántos son. A veces, las menos, la Guardia Civil consigue detener a alguno. Pero luego hay que demostrar su culpabilidad con pruebas que no siempre son suficientes. Y cuando lo son, las penas impuestas al incendiario son tan ridículas que acaban por acrecentar su deseo de convertirse en un delincuente famoso, y vuelve a las andadas. Además, quienes están encargados de crear unas condiciones idóneas para que estos desmanes no se produzcan no dan la talla, y generan leyes estúpidas, incapaces de atajar el problema. Un problema que, desde hace años, viene convirtiéndose en costumbre, precisamente por esa inutilidad de las normas para dar solución a los ataques que se llevan a cabo contra el medio ambiente, cuando no contra la vida de las propias personas. De hecho, ya hemos visto de qué forma en este sistema de gobierno demoniaco que llaman democracia se lucha contra quienes infringen la Ley en cualquier modo, y sobre todo contra los aquellos que asesinan impunemente. Los castigos que se les imponen acaban convirtiéndose en premios y medallas, cuando no en sillones parlamentarios. Por eso España arde. Del mismo modo que arden los corazones de los buenos españoles, que ven cómo cada día la situación del país se deteriora más y más, sin que nadie ponga coto a los desmanes de unos y otros. Y vivimos en un ansia por saber hasta cuándo habremos de seguir soportando este cúmulo de intenciones perversas. Este daño irreversible que nos producen todos aquellos que, instalados en los más altos cargos del Estado y del Gobierno, ven con sus propios ojos pero sin hacer efectivo nada para remediarlo. Antes al contrario, colaboran con el mal con su ineficacia en medio de sus discursos vacíos, llenos de mentiras y engaño.

Todo este enredo, que confunde a las gentes permitiendo que el mal se instale por encima del bien general no es sino obra de la sinconciencia del mundo y sus mandatarios. Obra de Satanás, sin duda. Pero obra al mismo tiempo que Dios permite, para conocer hasta dónde somos capaces los humanos de reaccionar contra ella. Hasta hoy no hemos dado muestras de tener intenciones positivas de luchar contra la iniquidad. Y quizá estemos en un estadio en el que el arrepentimiento quizá ya no sea suficiente para obrar los efectos que todos deseamos. Porque la iniquidad misma ha corrompido tantos corazones que se ha instalado en los más altos niveles de nuestra sociedad. Y, aunque recurramos a ellos, nada nos garantizará que tengamos éxito en nuestro afán. Esta falta de garantías es la que hace que nuestra España siga ardiendo de norte a sur, y de este a oeste. En cambio los palacios continúan intactos. Y quienes se instalan en ellos, desgraciadamente, no parecen muy interesados en “cortar por lo sano”. Sin embargo, y a pesar de que no tengamos demasiada confianza en estas instancias, desde estas humildes líneas invocamos la ayuda de Dios Todopoderoso, primero. Para que, por medio de Él, tomen decisiones acertadas y firmes en orden a socorrer a nuestra patria, si es que fuese también la suya. Pues de lo contrario, todo quedaría en manos del Altísimo.

Del mismo modo, lo hacemos a S.M., el Rey de España, Felipe VI; para que, desprendiéndose para siempre de esa atadura que supone el pin de la Agenda 20/30 que luce, en ocasiones, en su solapa, intervenga en la resolución de los graves problemas que afectan a España y a los españoles. Y lo hacemos, apoyándonos no sólo en nuestra propia condición de españoles de buena fe, también en el derecho que nos asiste, en tanto que miembros de esa comunidad nacional a la que pertenecemos. Y, por último, del sentido común, habida cuenta de que tantos han demostrado hasta ahora, por activa y pasiva, no solamente carecer de él, sino tener intereses en otro sentido, debido a que, acaso, les muevan otros que no conocemos, aunque sí sospechamos.

De este modo, y pese a la incierta seguridad de que nuestra petición será escuchada y atendida debidamente, hacemos rogativas a Dios, para que Él, por su poder infinito, haga que España vuelva a ser lo que fue: UNA, GRANDE y realmente LIBRE.

¿Hasta cuándo, habremos de soportar sino que se nos humille? ¿Hasta cuándo, que se destruya nuestro patrimonio natural, cultural y humano? ¿Hasta cuándo, que se nos continúe acusando de ser españoles rebeldes y reaccionarios? ¿Hasta cuándo, de exigir unos derechos y obligaciones reconocidos por las leyes, que a otros se les regalan gratuitamente? ¿Hasta cuándo, debemos soportar que la mentira, el dolor, la muerte y el asesinato de inocentes, lo inmoral y lo soez, la incompetencia y el fetiche domine sobre cuanto verdaderamente es natural y puro?

La razón no tiene más que un camino. Ese camino es, sin lugar a dudas, el que nos asiste, guste a quien guste y escueza a quien escueza.

Leave a Comment

*Al utilizar este formulario, usted acepta el almacenamiento y manejo de sus datos por parte de este sitio web.

Artículos Relacionados

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Asumiremos que está de acuerdo con esto, pero puede optar por no participar si lo desea. Aceptar Leer más