Diablos Encarnados

by J.A. "GARAÑEDA"

Desde hace años, la violencia ha escalado incomprensiblemente en el mundo, suponiendo un aumento del número de guerras inaudito.

Del mismo modo, y tanto desde el punto de vista cultural y humano como de cualquier otro, resulta difícil comprender cómo en pleno siglo veintiuno, olvidados ya los largos períodos de guerra fría en décadas de siglos pasados, el hombre aculturado no ha sido capaz de superar ese escandaloso y brutal comportamiento que supone inducir, directa o indirectamente, al enfrentamiento entre unos hombres y otros, entre unas naciones y otras, entre unas mentalidades y otras. Una sutil persuasión que, unas veces a través de las ideologías, otras producto de las soberbias posturas políticas, y cómo no, también de supuestos intereses externos, supranacionales, o globalistas han intentado y continúan intentando crear en los cerebritos de todos y cada uno de nosotros una corriente unitaria en torno a esa supuesta forma ideal de gobierno mal llamada DEMOCRACIA, hoy convertida, por las malas artes de quienes dominan el concierto económico, tecnológico, y armamentístico en instrumento de manipulación sin ambages. Una astuta forma de tergiversación de los principios y verdades que siempre inspiraron a la humanidad entera, cuyos resultados están siendo catastróficos a todos los niveles y en todos aquellos países donde este sistema rige, o intenta regir los destinos de las gentes, asegurándoles falsariamente un futuro halagüeño, pero sumamente incierto y pervertido.

En el siglo pasado, tras la caída del Telón de acero, todo parecía dar un giro esperanzador hacia el hermanamiento mundial y la paz duradera entre los pueblos. Sin embargo, algo extraño debió suceder entre bastidores, pues nuevos líderes políticos e ideas revolucionarias comenzaron a aparecer, generando un movimiento “subversivo” soterrado que, paulatinamente, intentaba que se tambaleasen las formas de vida basadas tanto en valores tradicionales como en los más puros pedestales del pensamiento universal. Instancias que, sin duda, habían procurado períodos de estabilidad duraderos en la mayor parte de los continentes, y que generaron durante mucho tiempo bienestar económico, social y, sobre todo, la tan deseada paz que casi todos ansían.

Y digo “casi” porque, con el transcurso de los años, todo resultó ser un mero espejismo; y el tiempo, finalmente, vino a desenmascarar a algunos de aquellos líderes políticos, sociales, económicos, e ideólogos que habían destacado a nivel mundial (Churchill, Kissinger, Che Guevara, Nelson Mandela, Margaret Sanger, Juan XXIII, etc.). De modo que, lo que parecía ser algo fantástico resultó ser otra cosa muy diferente, controvertida y revolucionaria, sí, pero demasiado peligrosa para ser admitida como buena.

En la actualidad, somos una gran generalidad los que pensamos de modo diferente. E igualmente en lo referente a las formas de gobierno, los conflictos entre países, la problemática social y económica, el concierto entre las naciones democráticas, los valores humanos,… Pero no faltan quienes no se hallan dispuestos a compartir con los demás esa diversidad de pensamiento. Un regalo que, habiéndosenos dado gratuitamente para diferenciarnos como especie, algunos quieren convertirlo, por medio de la fuerza, en un delito que hay que castigar, necesariamente, con la muerte o la eliminación. Ejemplos claros de todo ello bien pudieran ser aquellos que, apoyándose en el poderío beligerante de su propia nación y de otras, así como el dominio económico de sectores financieros afines por diversos motivos, provocan continuamente desequilibrios de paz en el tejido pluri-estatal de los continentes. Tal parece que se tratase de locos o extraviados mentales, deseosos de obtener pingües beneficios a costa de generar múltiples conflictos por todas partes. No obstante, no son ni lo uno ni lo otro. Son algo todavía peor: son, diablos encarnados. Espíritus malignos que han adoptado forma humana (de hombre o de mujer), resueltos a acometer en el mundo todo tipo de tropelías, con tal de evitar que los designios del Cielo se lleven a cabo, y así lograr que la humanidad entera se condene.

Esto, que puede resultar para muchos una elucubración absurda, carente de todo sentido, supone, más que ninguna otra cosa, la total negación de lo escatológico (palabra proveniente del griego “último” (ἔσχατος) y “estudio” (-λογία), o conjunto de creencias referentes al fin de los tiempos). Y se convierte en nuestros días en el palenque donde tienen lugar las luchas más encarnizadas entre el mal y el bien.

Otro ejemplo de estas circunstancias viene reflejado por los acontecimientos que tienen lugar en ciertos territorios del planeta: Ucrania, Rusia, Palestina, Líbano, franja de Gaza, Sudán, Yemen, y otros. También, y aunque no existan por el momento conflictos armados: Méjico, Argentina, Bolivia, … Y, cómo no, España, donde la situación actual es de desequilibrio e inseguridad absolutos. Al menos en términos de económica, sociedad, cultura y política general.

En términos absolutos, podríamos afirmar que vivimos sobre una bomba de relojería. Especialmente por causa del conflicto ucraniano. Pero principalmente por la situación en Oriente Medio, donde la actitud del gobierno israelí está provocando miles de muertes, la mayoría de ellas de personas inocentes, niños y civiles que nada tienen que ver con el terrorismo de Hamas y otros.

Sin señalar a nadie, nos parece que cuanto está ocurriendo en estos territorios es, desde todo punto de vista, inadmisible. Los países democráticos del mundo representados en la ONU, en su mayoría, miran hacia otro lado. Si bien otros muchos, hace algunos días, volvieron su espalda al líder del gobierno israelí, en una clara muestra de desacuerdo con su línea de actuación. Lo cual, ya es algo. Sin embargo, uno no puede apoyarse continuamente en el victimismo de la II guerra mundial para socavar el orden internacional establecido. Y mucho menos para ir cometiendo a diestro y siniestro todo tipo de crímenes bajo la excusa de un terrorismo que “siempre” es practicado por “el otro”. Lo cierto es que, tanto Netanyahu como sus recientes ataques llevados a cabo sobre los territorios adyacentes a Israel, así como sobre Libano y Yemen, nos parecen atroces. El cúmulo de imágenes y videos interminables que nos llegan a través de redes sociales no son “pecata minuta”. Más bien nos muestran cómo actos genocidas continuados se llevan a cabo sobre civiles, mujeres y niños, únicamente con el deseo expreso de practicar una política de aniquilación total sobre una población que no se somete a los dictados de una política radical y fáctica, dictada por mentes fanáticas religiosas del judaísmo más abyecto. Esta política de guerra y eliminación, está clarísimamente apoyada en la idea de los líderes religiosos del judaísmo israelí, del que Netanyahu está demostrando ser un fiel y leal seguidor. Sus palabras, en orden al conflicto bélico desarrollado en la zona, tiene como finalidad “cubrir los objetivos previstos” (tal como él mismo ha manifestado en varias ocasiones). Pero, ¿cuáles son esos objetivos? La respuesta, sin duda, se halla contenida en uno de esos videos en los que el líder del gobierno israelí es saludado y animado por el Gran Rabino de Israel, Ovadia Josef, para que continue con su política hasta el final, como exigencia de la misión mesiánica que en 1990 le fue encargada por el rabino del Chabad, en EE.UU., la congregación judía más poderosa del mundo.

¿Qué más cabe decir?

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