Desde las alturas de los Alpes centrales hasta las planicies bajas del Valle del Po, se extiende la provincia italiana de Lombardía. Su metrópoli principal, Milán, presume de un glorioso pasado y un presente en constante renovación. Como escribió Henry James, “es más la última de las capitales en prosa que la primera en verso”.
Día 1
El primer día de este recorrido por el norte de Italia comienza en el corazón de Milán, en la Piazza del Duomo. Presidiendo la plaza, se alza la gran estatua ecuestre de Víctor Manuel II, junto a la majestuosa catedral gótica, cuya construcción se inició en el siglo XIV. Los más de cien pináculos, que asemejan estalagmitas de piedra, y sus dos mil estatuas de diversos periodos decoran su exterior de una forma impresionante. En el interior, caminar entre los enormes pilares de sus cinco naves permite admirar las magníficas vidrieras, tanto en las paredes laterales como en el ábside, muchas de las cuales ilustran escenas bíblicas. En algunas, incluso se distingue el escudo de los Visconti, la prominente familia que dominó la ciudad durante los siglos XIII y XIV. Al salir del Duomo, a pocos pasos a la derecha, se encuentra otro icono de Milán: la Galleria Vittorio Emmanuele II, un pasaje comercial del siglo XIX repleto de turistas, tiendas, cafeterías y librerías. Aquí también se ubica el famoso restaurante Savini. Al cruzar la galería en línea recta, se llega a la Piazza della Scala, hogar del renombrado Teatro alla Scala, construido en el siglo XVIII y reconstruido tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En este teatro se estrenaron óperas célebres como Otelo y Falstaff de Verdi, y Madame Butterfly de Puccini.
Para cerrar el día, tras disfrutar de unos deliciosos gnocchi a la carbonara con un buen vino local —no olvides probar el tiramisú—, recomiendo visitar el imponente Castello Sforzesco, una fortaleza medieval construida por la poderosa familia Sforza. Junto a él, ideal para relajarse al sol, el Parque Sempione, un jardín de estilo inglés que fue antaño coto de caza. En la cercana Piazza Sempione se alza el Arco della Pace, un monumento neoclásico de gran belleza que guarda cierta similitud con el Arco del Triunfo en París o la Puerta de Alcalá en Madrid originalmente erigido para conmemorar las victorias de Napoleón. Por la noche, cerca de la estación de metro Génova, se encuentra el barrio de Navigli, con su red de antiguos canales diseñados por Leonardo da Vinci. Este encantador rincón, con un aire que recuerda a Ámsterdam, es perfecto para disfrutar de un Aperol Spritz en alguna terraza antes de retirarse.
Día 2
El segundo día está dedicado a la encantadora ciudad de Bérgamo, concretamente a su parte antigua, la Città Alta. Gracias a la eficiente red ferroviaria, llegar desde Milán es rápido y sencillo. La Città Alta es una villa fortificada que se mantiene en excelente estado y a la que se accede a pie o mediante un funicular. Sus callejuelas y plazas de piedra ocre claro están llenas de encanto, destacando la maravillosa Piazza Vecchia, ideal para disfrutar de un buen café o probar la famosa Stracciatella. También es recomendable acercarse a ver la majestuosa capilla renacentista de los Colleoni.
Otros lugares de interés incluyen la Rocca di Bérgamo -junto al funicular- y el Museo de la Ciencia y el Museo Arqueológico, ambos situados en la Piazza della Cittadella. También se pueden visitar al otro lado de la ciudad la casa del compositor Gaetano Donizetti o el jardín botánico Lorenzo Rota, o disfrutar desde el punto de vista gastronómico del Circolino, un restaurante con terraza al aire libre de comida tradicional donde degustar los típicos casoncelli alla bergamasca acompañados de un buen vino local.
Día 3
El tercer día está reservado para explorar la famosa región de los lagos del norte de Italia, una experiencia imprescindible para quienes visitan Milán. Entre los lagos más conocidos están el Maggiore, Varese, Como, Garda y Iseo. A solo una hora en tren desde la estación central de Milán, estos paisajes románticos atraen tanto a turistas como a los románticos más adinerados.
Para esta escapada, elegí el Lago di Como, un lago en forma de Y invertida rodeado de montañas, algunas de las cuales pertenecen a los Alpes. Las orillas del lago están salpicadas de pueblos encantadores, lujosos hoteles y elegantes villas, entre las que destaca la propiedad del actor George Clooney. Pasear sin prisas por las callejuelas de Como o Bellagio, o recorrer el lago en barco, es una experiencia inolvidable. Aunque distantes entre sí, ambas localidades están conectadas tanto por carretera como por barco, lo que facilita su visita.
Así, este tercer día marca el final perfecto para una breve pero enriquecedora odisea por esta hermosa región de Europa.