Tiempo ha que deseaba volver a mis renglones, estar de nuevo en la palestra de mis lectores –los afines y los que no coinciden demasiado con mis opiniones– pero, sobre todo, sentir que formo parte de ese entorno al que siempre he deseado pertenecer como una parte más de ese pueblo propio que nunca tuve. Sí; porque, a pesar que un día nací en uno lejano a este mi amado Toresillas, fue tan sólo producto de una casualidad. Esa que propicia ese caprichoso y. a veces, ladino destino que lleva y trae a cada ser humano de un lado para otro, sin darle ocasión de descubrir cuál es el motivo por el que lo hace. Y así vamos dando tumbos por la vida –unos más que otros–, sin llegar a adivinar en ningún momento para qué hemos nacido.

A mí, personalmente, me gustaría conocer en algún momento este inmenso secreto. Aunque únicamente fuese por la vanidad de saber si cuanto hube vivido hasta entonces tenía algo que ver verdaderamente con mis deseos y añoranzas. Pero, sin duda, algo superior a nosotros mismos nos lleva y nos trae por senderos y caminos desconocidos, a veces inapetentes para nuestras ansias. Y, en otras ocasiones, tan absurdas como nuestro propio entendimiento.
Sea como fuese, lo cierto es que me complace que mis pasos por la vida hayan dado con mi ser en esta peculiar e inusual villa castellana, por la que tantos personajes reales e ilustres tuvieron la ventura de pasear y vivir no sólo sus glorias sino también sus desgracias. De modo que, en ese sentido, me enorgullezco por ello, al igual que por el hecho de hallarme inscrito en su padrón, el que algún día dará buena o mala cuenta de cada uno de nosotros.

Durante estos días en los que he estado obligadamente apartado tanto de la gente que me lee como de la que no, he sido una especie de zombie sin mi ordenador. Lo tenía todo pero me faltaba algo. Sin embargo, las circunstancias nos imponen a veces renglones que no deseamos leer y obligaciones que no deseamos vivir. No nos damos cuenta de que sólo así podremos descubrir el verdadero sentido de nuestra vida y de sus pasos, siendo ahora lo que más felicidad me aporta, ya que a través de ese camino escarpado he acertado a entender por qué estoy aquí y cuál es el verdadero motivo por el que no debo renegar de una prueba que, sin duda, me hará más feliz y a la vez más libre.

Queridos amigos y enemigos –pese a que en mi mente no cabe esa palabra–, he vuelto. Y pienso permanecer aquí, entre los muros de esta ínclita villa cargada de historia y de magia, de la que muchos reniegan y hacen lo posible de borrar, el tiempo que el Creador me permita. Y siempre intentando defender la VERDAD. O, al menos, procurando ser fiel a lo que yo considere que es esa VERDAD. Esa que siempre estuvo vinculada, como el hijo a útero de su madre, a la auténtica Justicia y, al mismo tiempo, al corazón de tantos hombres y mujeres libres de esta querida patria nuestra.