La corrida de anoche, bautizada como de los candiles que alumbraron con su tenue luz la recuperada plaza de toros de Marbella donde se dieron cita tres toreros de finura y elegancia artística, hubo uno que destacó sobremanera por ser el ejemplo de la Tauromaquia del ayer que revive entre los lances hoy gracias a la disposición, conocimiento y grandeza de un torero consagrado ya en el ara del altar de la eternidad.
José Antonio Morante de la Puebla, dotado por la gracia De Dios y del destino, de un halo inolvidable, seguido por un numeroso grupo de fieles acólitos que le aplauden, le adoran, le protegen, defienden y encumbran a lo más alto del gesto torero por colorear el blanco y negro de la dificultad y el sacrificio.


Se llenó la plaza a rebosar con un «No hay billetes» de los habituales y las personas estuvieron accediendo al tendido hasta casi el cuarto toro porque el atasco en la entrada fue monumental. La corrida de los candiles fue retransmitida por el Canal autonómico de Andalucía, en directo y seguida, ahí están anotados los índices de audiencia, por una tropa incontable de personas, aficionados, curiosos y deseoso de ver la evolución torera de estos diestros.
No defraudó la corrida de Garcigrande y mientras titilaban las lentejuelas de azabache de los trajes toreros a la luz de los focos luminosos de led y las velas acogidas en los farolillos colocados en el ruedo en una puesta en escena original, curiosa y atrayente por la rica localidad malagueña de turismo y oro.
La corrida de anoche puso en valor la figura de un hombre que seguramente entrará en la historia del toreo, sino lo ha hecho ya, por haber sido capaz de traer a los ojos de hoy al Paquiro del ayer; a Rafael Gómez, el Gallo y a José Gómez «JOSELITO» con las suertes de Cúchares en plena vigencia y enseñanza.
Hoy tengo que doblar mi espinazo ante la apabullante actuación de anoche de MORANTE DE LA PUEBLA, el tío preferido de mi amigo Fermín por el que bebe los vientos desde que lo conoció.
Y como coda, para rabia de quienes rechazan la Tauromaquia, otra plaza salvada de la incuria y la desaparición, la plaza de toros de MARBELLA cuya arena volvió a soñar verónicas de Morante de la Puebla una noche de alumbrarse con candil.


