El año 2024, el Papa Francisco programó que ese año fuera año dedicado a la oración, para promover la oración individual y comunitaria. Es decir, que no consiste en rezar padrenuestros y Avemarías, sino que es oración de dialogo personal con Dios.
La oración es cimiento del edificio espiritual.
Esta oración la podemos hacer si nos es posible en la Iglesia, y sino en casa, buscando el mejor sitio y el momento que nos parezca más oportuno para hacerla siempre a la misma hora porque si no corremos el riesgo que se nos olvide.
Al empezar estos ratos de conversación con Dios le rezamos un Avemaría a la Virgen para que nos ayude y a nuestro Ángel de la guarda. Y sería bueno que hubiera en la habitación un crucifijo o un cuadro de la Virgen y dejar el móvil fuera para que no nos distraigamos. Y ayudarnos de algún libro para leer por ejemplo el Evangelio del Nuevo Testamento, que en el encontramos lo que Jesús hizo y predicó y comparar su vida con la nuestra para imitarlo con su ayuda.
Jesús nos enseño con su ejemplo, a buscar la tranquilidad y el silencio para hablar con su Padre Dios a solas, como el día de la multiplicación de los panes y de los peces. A los Apóstoles les mandó que se fueran en la barca, mientras El despedía a la gente, y una vez despedida la gente, subió al monte a orar a solas.
Dios no necesita nada de nosotros, pero lo que si nos pide, es que le demos nuestro cariño y nuestro amor como hijos suyos que somos. Nos ha creado por amor y para el amor, a Él y a los demás.
Cuando empezamos a hacer un ratito de oración, nos podemos plantear la duda de los temas que podemos tratar con Dios. Pero San Josemaría nos lo resuelve en el punto 91 de Camino. “Me has escrito: orar es hablar con Dios, pero ¿de qué? de El de ti, alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, y hacimiento de gracias y peticiones, amor y desagravio. En dos palabras, conocerle y conocerte, tratarse.”
Con la oración nos realizamos como personas según las facultades propias de nuestra naturaleza, y las aspiraciones más secretas de nuestro corazón.
Santa Teresa nos asegura:”Quien no hace oración no necesita demonio que le tiente, en tanto que quien tiene tan solo un cuarto de hora al día se salva”.
Jesús también nos insiste en esta misma necesidad de hacer oración en el Evangelio de (San Mateo 26,41) con estas palabras “Velad y orad para no caer en la tentación, el espíritu esta pronto pero la carne es débil”
La oración nos hace descubrir el amor que Dios nos tiene a cada uno. Porque Dios no nos ama de una manera general, sino personal. Cada uno de nosotros, puede decir ¡Dios me ama como nadie en el mundo! Dios no ama a dos personas de la misma manera; porque es precisamente su amor el que crea nuestra personalidad propia que es diferente para cada uno. Según Santa Teresa de Jesús nos dice “que hay mucha más diferencia entre las almas que entre los rostros”.
En esos ratos de conversación con Dios, podemos pedirle por todo lo que se nos ocurra, para nosotros, nuestras familias, amistades….Pedirle perdón por nuestros pecados, y los de la humanidad entera, les damos gracias por todo lo que nos da. Nos ha dado la vida, la fe, todo lo que tenemos y somos. Nos lo recuerda San Pablo en la (1ª Epístola a los Corintios 4,7) ¿Y qué tienes que no hayas recibido? y si lo recibiste ¿Por qué te glorias como si no lo hubieras recibido?
Al terminar el tiempo de oración que nos hayamos propuesto le damos gracias a Dios y le pedimos ayuda a Nuestra Madre para mejorar en los puntos que vemos que podemos mejorar.
Debemos buscar la paz en nuestra vida, para poder dala a nuestro alrededor. Pero la paz no viene del mundo, de las circunstancias exteriores, viene del trato con Jesús en la oración porque es el Príncipe de la Paz. Es un fruto de la oración.
Como es un tema muy importante y amplio, lo tratare en otros artículos.
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Un señor le pregunta a su amigo. ¿Por qué has puesto un cartel que dice “cuidado con el perro” si es muy pequeño? ¡Porque siempre que viene alguien, me lo pisa!
