Vacuna sí, mascarilla no, o viceversa

por J.A. "GARAÑEDA"

(Extracto del programa VIVIR CON SALUD, El Toro TV, día 29 de enero de 2022)

La polémica sigue. Aunque los medios de comunicación son reacios a informar verazmente acerca de estas cuestiones, lo cierto es que, a través de ciertos ámbitos independientes, uno puede enterarse de muchas cosas. Cosas que, por otro lado, son ciertas, pese a que muchos no les den crédito.

En Junio de 2021, la noticia de una posible vacunación COVID en niños saltó a la opinión pública. En algunos ambientes se intentó “quitar hierro”, e incluso desmentir la noticia. Los probables efectos adversos de las vacunas comenzaban a circular (miocarditis, pericarditis, afecciones sobre el sistema nervioso central e inmunológico, etc.) Sin embargo, hoy, está demostrado, gracias a investigaciones no oficiales, que no existe mortalidad COVID infantil, salvo en casos con patologías conocidas anteriores.

Sabemos, además, que las farmacéuticas, en general, mintieron. Pfizer, por ejemplo, manipuló sus ensayos clínicos iniciales, y posteriormente modificó la fórmula de la vacuna original que se inocularía a niños de edades comprendidas entre 5 y 11 años. Y se hizo en atención a evitar posibles contagios entre personas adultas o mayores. Un escandaloso comportamiento, fuera de todo código deontológico, que permitía utilizar a los niños como “escudos humanos” contra el COVID.

Por su parte, AEMA (Agencia Española de Medicamentos y productos sanitarios), tenía previsto, al parecer para Febrero de 2022, autorizar este tipo de vacunaciones en niños a partir de los 6 meses de edad. Y uno no tiene más remedio que preguntarse ¿por qué? Con qué fundamento experimental puede acometerse una iniciativa tan descabellada, teniendo en cuenta que ni siquiera se sabe contra qué tipo de “bichito” se está luchando, ni cómo se comporta. Y, además, con total impunidad; pues no pesa ningún tipo de responsabilidad (ni penal ni civil) sobre las personas que llevan a cabo estos experimentos.

Es por ello por lo que hemos de insistir en hacer un llamamiento de atención a los padres, para que ejerzan debidamente la responsabilidad a que vienen obligados por el simple hecho de serlo. Pedirles que no permitan que sus hijos sean utilizados en este tipo de terapias génicas, no es un capricho. Y menos cuando quienes las practican son un grupo de impíos carentes de toda conciencia ética y moral en cuanto se refiere a la defensa de la vida humana. Ya sabemos que las “vacunas” no protegen a nadie. Lo confirma el hecho cierto de únicamente se trata de un experimento científico para conseguir unos fines determinados, que nada tienen que ver con la salud pública y el bienestar de la población. Si fuese así, no tendría sentido que nos impusieran la sucesiva y periódica inyección de unos fármacos que, a modo de recordatorio, supondrían (según las autoridades sanitarias y las grandes farmacéuticas) una total inmunidad contra estos “virus” y eso que han dado en llamar “variantes”. En su lugar, lo único que conseguimos es debilitar cada vez más nuestro sistema inmunológico, evitando que genere por sí mismo las defensas que necesita para combatir eficazmente cualquier tipo de enfermedad. Con la inoculación continua de fármacos extraños y sin testar en nuestro organismo, nos exponemos a una debilitación inmune paulatina, que puede generar múltiples riesgos de desarrollo de enfermedades graves, e incluso de muerte.

Por último añadir que, los comentarios en este sentido están centrados en la actualidad en el virus ÓMICRON. Una supuesta “variante” de COVID de la que Pfizer aseguraba en principio que era conveniente tomar la 3ª dosis, pues con ella tendríamos más refuerzo inmunitario. Sin embargo, poco tiempo después, a pesar de que nadie ha aislado esta “variante”, ni ha sido purificada, ni cultivada, la propia farmacéutica insiste en que, para estar totalmente “a cubierto” de ella, lo más conveniente es tomar la pauta completa; o sea la 4ª dosis. Una falacia más, si nos atenemos al hecho de no conocer con qué tipo de virus estamos tratando.

El hecho cierto en relación con este asunto es que apenas existen hospitalizaciones. Y las que hay, son casos muy leves. Lo que confirma el hecho de que, si el virus Ómicron existe, puede tratarse de un simple virus COVID debilitado. Pero la pregunta del millón es: Si con tres dosis no estamos protegidos contra el virus, ¿cómo vamos a estarlo totalmente con una cuarta dósis? ¿O con una quinta?

En Noráfrica, donde la sanidad es mucho más primaria que en Europa, la variante Ómicron no está contemplada científicamente como una enfermedad con riesgo de muerte. Los últimos estudios al respecto, muestran un porcentaje del 90% de hospitalizaciones que no requieren oxígeno para su tratamiento. Lo que supone, en relación con las olas anteriores, un riesgo 10 veces menor del que en principio se detectó.

Conclusión (Grupo Hospitalario NECTARE):

  • Existe una clara tendencia a la debilitación del virus.
  • La mayor parte de las personas afectadas son vacunadas.

Ante los datos que aportamos, ¿el hecho de declarar la obligatoriedad de llevar la mascarilla en la calle tiene algún sentido? Sí, seguir jodiendo a la población y dividiéndola, a la vez que genera crispación y enfrentamiento.

Por otra parte, dado que las vacunas carecen de efectividad frente al virus y sus variantes, ¿tiene algún sentido vacunarse? No, pues los contagios tienen lugar mayoritariamente entre personas vacunadas.

Queridos amigos: en próximas ediciones, más.

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