(0 el chocolate del loro)
Hace unos días se ha “celebrado” (y lo pongo entre comillas porque más que celebrar habría que decir, lamentado) lo que algunos han calificado como “Una hora por el planeta” (más comillas, pero esta vez con indignación) que consiste en apagar durante una hora los edificios emblemáticos de medio mundo, como manifestación del interés por la conservación, respeto y mejora del medio ambiente y de la naturaleza.
¿Se ha visto cinismo mayor? ¿Se puede aguantar semejante hipocresía?
Señores que determinan eso: ¿Por qué en vez de apagar una hora al año, los encienden solo una hora al día?
Cuando a tantos particulares, autónomos, empresas… se les está haciendo difícil pagar los recibos de la electricidad. Cuando los precios de la energía están disparados. Cuando producir energía está siendo tan costoso. Cuando… Gastar energía solo para alegrar la vista durante horas y horas, es, cuando menos, injusto.
Pagamos los recibos de nuestros domicilios y, además, la iluminación de esos mismos edificios y monumentos. Porque, no olvidemos, esos dineros salen también de nuestros bolsillos.

No digo que no haya que hacer brillar los monumentos. ¿Pero de esa manera? Si tanto dinero tienen las administraciones públicas, ¿no han pensado en ayudar a otros, ahorrando en gastos suntuosos? Y no me digan que son lámparas de bajo consumo; se trata del hecho en sí mismo.
Hablamos de contaminación lumínica, ¿hacemos algo por evitarlo; o simplemente se limitan a aconsejarnos que apaguemos la luz de casa? ¿Alguno de nosotros tiene encendida las luces de su domicilio sin necesidad?
Lo que digo de la iluminación excesiva de monumentos, se puede aplicar a la misma iluminación de las calles, por las que no pasa nadie, como en otros lugares inhabitados. Es preciso distinguir entre lo necesario y lo superfluo. Vamos, lo que hacemos en nuestras casas.
Señores responsables, si es que hay alguien que se responsabilice de esto, digan lo que quieran, hagan lo que les parezca, pero no piensen que nos engañan.
Luis Ángel Arranz

