Redescubriendo Lisboa

Caminar de nuevo por las calles más importantes de la Ciudad de la Luz varias décadas después ha sido como volver a oler fragancias olvidadas acompañadas de inesperadas sonrisas y cálidos recuerdos. Y es que descubrir nuevamente los rincones más emblemáticos de la capital de Portugal con la misma intensidad de aquellos días se ha vuelto a convertir en todo un placer para los sentidos.

Cuenta la leyenda que Ulises, cansado de navegar por el Atlántico, encontró un lugar para atracar su barco en un estuario de un gran río gobernado por un ser especial, una colosal criatura mitad mujer mitad serpiente llamada Ofiusa. Ésta al ver al insigne viajero, lo tomó como prisionero pero se enamoró de él, convirtiéndole en su amante poco tiempo después. Una noche de luna llena, el héroe de Ítaca logra escapar junto con sus marineros mientras Ofiusa duerme plácidamente. A la mañana siguiente, tras despertar de un profundo sueño, la reina se percata de lo sucedido y, encolerizada, repta hasta la costa azotando fuertemente el suelo con su cola de serpiente, en vano: el barco de su amado con sus tripulantes ha desaparecido. Con el paso del tiempo, al fin reconoce la importancia de lo vivido con el célebre griego por lo que decide abrir la región a la llegada de nuevos navegantes. De este modo se funda la ciudad de Olissipo (Ulises).

ALFAMA

Azotado por el terremoto de Lisboa de 1775 -al igual que el resto de los barrios de la parte baja de la ciudad-, Alfama (palabra de origen árabe que podría significar ´aljibe´) fue el origen de lo que hoy también se conoce como la Ciudad de las Siete Colinas. Su laberíntico trazado, repleto de estrechas callejuelas, empinadas escalinatas y rincones con encanto, te sumerge por momentos en una medina de la España musulmana.

Coronado por el imponente Castillo de San Jorge cuyas vistas de Lisboa te dejan sin aliento –al igual que las panorámicas del Mirador de Santa Lucía y del Mirador de Gracia, ambos de camino a la fortaleza-, Alfama bien merece un paseo a pie o montado en el medio de transporte más representativo de la ciudad: el tranvía, aquí llamado eléctrico (concretamente los números 12 y 28). Los pequeños comercios, los puestos ambulantes y las tabernas del barrio salpican la enmarañada red de calles y escaleras en pendiente que, junto con el carácter afable de sus habitantes, dotan al conjunto de una belleza singular. No muy lejos de los miradores mencionados anteriormente, emplazada en una antigua mezquita con sus dos torres gemelas almenadas y el espléndido rosetón de su fachada, la Catedral sigue mirando impasible el devenir de sus gentes cual soldado que protegiera la ciudad.

BELÉM

A varios kilómetros de uno de los lugares más frecuentados del barrio Baixa de la ciudad, la céntrica Plaza del Comercio, se encuentra el barrio de Belém, recuerdo vivo de la edad de oro portuguesa.

Entre las visitas obligadas de esta zona occidental de Lisboa se encuentran el símbolo de la expansión de Portugal, el maravilloso Monasterio de los Jerónimos -construido a principios del siglo XVI y cuyo impresionante claustro del gótico tardío bien merece la visita-, la fantástica Torre de Belém -punto de partida del célebre viaje de Vasco De Gama a las Indias de 1498 bordeando la costa de África-  y el Monumento a los Descubrimientos erigido en 1960 para conmemorar la muerte de Enrique el Navegante -ubicado prácticamente en la orilla del río con una altura de 52 metros-. Interesantes museos y numerosas terrazas y jardines -junto con la cita ineludible para golosos y no tan golosos a la pastelería “Pasteis de Belém”- completan una de las partes más representativas de la ciudad.

BAIXA

Baixa sigue siendo hasta el día de hoy el centro financiero y comercial de Lisboa. Vertebrada, entre otras, por la Rua Augusta -animada calle peatonal pavimentada con mosaicos-, destaca entre otros lugares de interés de la zona el Elevador de Santa Justa, una torre de hierro diseñada por un alumno de Gustave Eiffel cuyo ascensor une la Baixa y el Bairro Alto, este último a 32 metros más arriba. Montar en él y contemplar su interior es como viajar en una máquina del tiempo al París de finales del siglo XIX.

BAIRRO ALTO Y ESTRELA

Es, sin duda, uno de los barrios más pintorescos de la ciudad, donde también se encuentra el elegante distrito comercial conocido como Chiado (vocablo relacionado con la palabra en castellano ´chirrido´, quizás en relación al sonido que emiten los funiculares de la zona). Perderse a pie por sus calles adoquinadas, por las tiendas de fachadas azulejadas o por sus innumerables tabernas es toda una aventura en esa Lisboa bohemia e intelectual que va desapareciendo al compás de las agujas del reloj. Merece la pena escuchar fado -música tradicional portuguesa- en alguno de los incontables restaurantes repartidos por allí y, de paso, degustar una de las especialidades gastronómicas locales, el bacalao.

LA LISBOA MODERNA

El mercadillo hipster LX Factory – un ´Candem Town´ lisboeta emplazado en una antigua fábrica donde las nuevas generaciones de artistas muestran sus obras de vanguardia al público -, o a poca distancia de la parada de metro Cais do Sodré la Pink Street – antigua Rua Nova do Carvalho reconvertida en una calle del Barrio Alto con una sana y animada vida nocturna -, son solamente un par de ejemplos del rumbo vanguardista y transgresor que ha tomado la ciudad en los últimos tiempos.

En definitiva, un destino a tener en cuenta para todo viajero donde los elementos del pasado se fusionan armoniosamente con los del presente y donde se vislumbran elementos de un futuro de lo más prometedor.