¿Porqué quieren arruinarnos?

por J.A. "GARAÑEDA"

Resulta difícil opinar acerca del conflicto Rusia-Ucrania. Sobre todo si no se tiene una noción elemental de los acontecimientos históricos recientes acaecidos en la antigua U.R.S.S. Por ello, no estará demás que recordemos, siquiera someramente, los cambios habidos en aquella unión de repúblicas, como consecuencia de las políticas “aperturistas” de los últimos años del siglo XX y principios del XXI, bajo los gobiernos de Mijail S. Gorbachov (1988-1991) y Boris Yelsin (1991-1999) respectivamente.

Es tras el Tratado de Belavezha, promovido por este último, cuando pese a que el 78% de la población rusa votó a favor de la continuidad de la Unión Soviética. Sin embargo, su disolución fue una de las consecuencias más inmediatas del mismo.

Asimismo, fueron los presidentes de la R.S.F.S. de Rusia (B. Yelsin), de R.S.S. de Ucrania (Leonid Kravchuk) y de R.S.S. Bielorrusia (Belavezshkaya Pushcha) quienes acordaron la separación de dichas repúblicas de la antigua U.R.S.S.

Conviene recordar también que fue el fracaso del intento de golpe de estado de agosto de 1991, detenido por Yelsin, cuando se tomó la decisión de ilegalizar el PECUS, decretando así la nulidad de la anexión de las repúblicas bálticas. Y que fue ese mismo año de 1991 cuando se disolvió oficialmente la Unión Soviética.

En consecuencia, el conflicto actual entre Rusia y Ucrania, no es más que una prolongación de aquellas decisiones tripartitas, en las que una parte importante de la población rusa se vio abandonada a su suerte, tras el referéndum de marzo de 1991.

Durante todos estos años, los medios han silenciado gran parte de los problemas internos que acarreó aquella decisión de facto, así como las presiones a que estaba siendo sometida permanentemente la población prorrusa que había quedado aislada en tales territorios; si bien nada de esto fue sacado a la luz. Únicamente lo fueron las bondades de la nueva vida “democrática”. Pero, en este caso como en tantos otros, la realidad no parece estar respaldada por la verdad de los acontecimientos internos, que nos han sido ocultados intencionada y continuadamente.

Por otra parte, son las nuevas formas de vida globalistas las que han intentado desde entonces (y todo apunta que incluso desde antes) lavar el cerebro de toda la población europea, con el consentimiento y la connivencia de los gobiernos democráticos de cada país, que han entrado al trapo acallando la verdad por estar embarcados en un interés mucho más infame y egoísta, que nada tenía que ver con el bienestar de los pueblos.

La guerra ruso-ucraniana es una prueba más de la inoperancia de la Unión Europea frente a los retos que suponía la estabilidad continental y el amejoramiento de una economía que, basada en el despilfarro, iba socavando cada día las esperanzas de los europeos. Las nuevas tecnologías, el cambio drástico en los sistemas de producción, el reparto de la riqueza, y en general todas las formas racionales y lógicas tendentes a promover y crear un sistema basado en la solidez y solidaridad entre unos y otros para erradicar la pobreza y establecer una economía más justa, han quedado vistos para sentencia con el brote de la violencia en los territorios del este de Europa. Una violencia que no es casual, y que todo indica que forma parte de ese mismo plan estratégico que, también de facto, se nos quiere imponer bajo el nombre de “globalismo”. Algo que, mucha gente todavía ignora lo que es, pero que, para que todos nos entendamos, no supone más que una maniobra maquiavélica que sólo persigue reducir a la clase trabajadora (la más honesta allá donde las haya) a la mínima expresión. De lo contrario, ¿a qué viene tanta “plaga”? Sí. Me refiero a lo que un egipcio de tiempos de Moisés describiría como tal. Tanta enfermedad desconocida. Tanto brote de gripe: aviar, porcina, COVID-19, etc. Tantas guerras. Tantos conflictos de intereses entre los poderosos. Tantas miserias en los países subdesarrollados. ¿No cree vd., querido lector, que tras esos desastres siempre parece haber alguien que lo promueve intencionadamente? Al menos, esa sensación es la que prolifera entre la población desde hace ya bastante tiempo. O si no, ¿qué me dicen de la crisis económica que se ha desatado tan vertiginosamente en España? ¿Acaso es fruto de la casualidad? Definitivamente, NO. Es tan sólo una consecuencia más de ese plan asquerosamente indeseable que mueve las conciencias de los poderosos. Y me atrevería a añadir: la guerra en Ucrania, formaba parte de ese plan. Sí. Porque, lo que esperaban conseguir con la “plaga” COVID-19 no les ha salido del todo como esperaban. Y ahora, intentan jodernos (perdonen la expresión, pero es que así nos entendemos mejor) apretándonos las clavijas con los precios. Suben los carburantes cuando el precio del Brent está más barato que en 2009. No tiene explicación lógica. La intención es que todo se dispare, como por arte de magia. ¿Para qué? No lo dudes, para arruinar tu economía. Menos mál que ya ha habido alguien que se ha atrevido a decir públicamente: “El Gobierno nos roba” “El Gobierno está robando a los españoles”. “El 50% del precio de los carburantes son impuestos”, Y eso, señor lector, como dice quien ha abierto la caja de Pandora, únicamente favorece a los políticos que gobiernan. Por tanto, métetelo en la cabeza, necio, no piensan en nosotros; piensan en ellos.

En fin, muchas de estas cosas ya las suponíamos. Pero que venga un hombre del mundo político y se lo refriegue por las narices al Gobierno, para que todos nos enteremos… Eso ya no lo puede ocultar nadie. ¿Son unos ladrones, o no?

En fin, esperemos que este desbarajuste pase pronto. Pero, aunque así sea, ¡cuidado!, no vayamos a equivocarnos nuevamente a la hora de elegir. Si decides equivocadamente por falta de información o de datos, y eliges a un ladrón, habrás metido la pata y sufrirás las consecuencias. Por el contrario, si eliges a un ladrón a sabiendas de que lo es, no te quejes si después no te llaman por tu nombre.

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