¡POBRE ESPAÑA…!

por J.A. "GARAÑEDA"

Alguien a quien me une una gran amistad desde la niñez y que trabaja en la Universidad de La Sorbona, en París, ha venido a España durante estos días y ha tenido la gentileza de visitarme. Hemos hablado de muchas cosas, entre ellas, de lo que le aconteció en París. Entristecido y rabioso, me hizo llegar su opinión acerca de lo enervante que le resultaba comprobar el pasotismo de las nuevas generaciones de españoles ante determinados hechos. Como gran aficionado a la ópera, fue uno de los primeros en acudir a ver la obra CARMEN, de Bizet, cuya representación comenzó a llevarse a cabo en la Ópera Nacional de la capital del estado francés. Su decepción hizo que se sumase a los abucheos contra el director, Calixto Bieito, y a las protestas de un sector del público, por considerar que parte del argumento de la obra no se correspondía con el fondo auténtico de la misma. Y hasta llegó a decirme con pesadumbre: ¡Pobre España, amigo mío!

Pero, ¿quién es Calixto Bieito? Y, ¿por qué mi amigo está tan molesto?

Respecto a la primera cuestión, hay que decir que Calixto es en la actualidad uno de los directores escénicos españoles más reconocidos internacionalmente. De padre gallego y madre burgalesa, nació en Miranda de Ebro (Burgos). En edad adolescente, sus padres emigraron a Cataluña, donde cursó estudios de Filosofía Hispánica, Historia del Arte y Dirección Escénica, estando considerado en la actualidad como una celebridad en su campo de trabajo –sobre todo por la interpretación “radical” que hace de las óperas clásicas–, lo que ha despertado no pocas controversias entre sus seguidores europeos, a pesar de su éxito.

En cuanto a la segunda cuestión –y esto ha sido de dominio público–, la causa de que este “gran profesional” de la escenografía haya sido tan recriminado últimamente ha sido, como no podía ser de otra manera, la forma en que trata una parte de la obra, en la que no le duelen prendas llevar a cabo adaptaciones como estas: Un legionario friega el suelo con la bandera española. Luego, se limpia el culo con ella. Y, por último, se ve a Micaela (Alexandra Kurzak) se dedida a limpiar un Mercedes con la citada enseña.

Lógicamente, quien tenga un mínimo de respeto hacia los símbolos de cualquier nación o estado, entenderá que, hacer vejación pública hacia ellos es, cuando menos, una provocación contra cuantos se consideren oriundos patriotas y/o afectos a ese país, ya sea como personas individuales o como parte de un colectivo cuyos sentimientos hacia ellos están perfectamente justificados, por las causas que sea. Algo que, a la vista de los acontecimientos, no ha sido demostrado por este tal Calixto, que nada tiene que ver con aquel cuyo amor hacia todo se halla por encima de su propia vida.

En definitiva, este hombre –tal vez influenciado por sus vivencias en esa Cataluña extremista de nuestro tiempo y siempre protestona y engreída–, en algún momento llegó al convencimiento de que lograr la fama pasaba por agraviar, injuriar, ofender, o ultrajar a los demás, por el simple hecho de ser o pensar de modo diferente a él. Sin embargo, ocurrió que aquella masa que acudía a ver sus representaciones y a la que él consideraba incondicional no lo era tanto. Y descubrió que entre ella había gentes que pensaban; que razonaban y discernían, hasta el punto de saber perfectamente dónde estaba el límite de las cosas.

Suponemos que esta misma actitud sería la que despertó la única iniciativa posible entre quienes habían sentido caer sobre ellos los “escupitajos” del dios de la representación escénica. Lo cual no podía ni debía ser consentidos en modo alguno. Un hombre que, pese a todos sus triunfos, parecía no haber sido capaz de descubrir que ni las personas ni las cosas que se aman pueden ser tratadas con desprecio, aunque no sean las propias, no puede ser acreedor de nuestra consideración. Por el contrario, debe saber que todo, sea o no de su agrado, merece ser respetado por el ajeno del modo más profundo y sincero. Todo, menos la ofensa.

Afortunadamente, tan lamentable suceso ha sido corregido finalmente por quienes tienen poder y potestad para ello. De ahí que, el próximo 11 de Octubre, llegará esta obra al Teatro Real, en Madrid. Mas no sin que haya generado la consiguiente controversia; pues, quienes se sienten realmente españoles, no entienden cómo un suceso tan deleznable puede quedar sin castigo. Suponemos que, en algún momento, alguien ha tenido que echarle la consiguiente reprimenda. Pero, aun así, todo se ha quedado en un simple toque de atención. Algo a lo que algunos denominan “acuerdo”, entre el Teatro Real y Calixto. Es la ventaja de ser famoso en el mundo entero. Como si ello supusiera poseer árnica para hacer y deshacer lo que a uno le viniera en gana. Seguramente, de haber llevado a cabo semejante acto de desprecio y humillación en el Bolshoi, en Moscú, no le habría salido tan barato.

Y es que, los ultrajes, del tipo que sean, no tienen nada que ver ni con la libertad de expresión ni con los derechos. Como tampoco la buena fama con el hacer de las personas.

Añadiré por último: YO, NO ACUDIRÉ A VER SU REPRESENTACIÓN. ¿Y TÚ?

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