Ayer, el último día del año asistí a la despedida de la tienda del Corro Bazán tordesillano y regentada más de 50 años, primero por su madre Eufrasia y después por su hija Begoña Sánchez.
El cierre por jubilación de los establecimientos pequeños, pero grandes apaños mercantiles y comerciales de servicio y ayuda a los vecinos, está proliferando en exceso bien es verdad que no solo en nuestra Villa, sino también en toda la región. Y eso, lo miremos como lo miremos, es un dejar morir cada día la ilusión, el trabajo, el esfuerzo del comercio local. Ese comercio que está al lado del vecino, día y noche, diarios y festivos para completar un ciclo de atención pública merecedora de mayor interés por parte de todos los ciudadanos.

El comercio local, el de los pueblos, el pequeño, agoniza, no se renueva. Nadie quiere embarcarse en un incierto futuro. Ayer fue la ferretería de Luis Miguel Sanz, hoy es la tienda de Begoña Sánchez y mañana será Tabarés o la que toque.
Se nos llena la boca con el apoyo que se precisa brindar a los establecimientos comerciales la vida que les nutre y ampara. Siin embargo, los grandes capitostes reguladores de la vida ciudadana, ni atienden al pequeño comercio, ni les importa demasiado su destino. Impuestos, gastos, gabelas, carencias, trabas y cargas gravosas que a duras penas hacen pervivir este tipo de establecimientos.

Algo así como lo que viene sucediendo en Instituciones de otro tipo, que deciden su modernización, olvidando al mayor, al que no sabe, al duro de mollera pero que también es un ciudadano que aporta recursos con sus impuestos a los menesteres de modernidades más que discutibles.

Hoy, empieza el año nuevo y mi deseo va destinado al Comercio local. Ese que algunos andan promocionando con todas sus fuerzas e ingenio pero que van viendo la escasez de apoyo real por quienes pueden darles savia al árbol para que broten sus hojas en cada primavera y desarrollen su actividad sin tantas cortapisas ni problemas.
De todos modos, y con las fotos hechas por mí de aquel instante y que os pongo de esa despedida emocionada de una tienda de barrio humilde y sencillo, como es el del Corro Bazán, en la que sus vecinos homenajearon a la que ya no servirá con su sonrisa el pan de cada día y los ultramarinos de recurso, vaya el ánimo y apoyo sincero a cuantos regentan una tienda de barrio contra viento y marea.
