Las cosas de nuestra casa

por J.A. "GARAÑEDA"

Hace escasos días he estado en Tordesillas acompañado de unos buenos amigos; hacía tiempo que tenían el empeño de conocer nuestro pueblo, alentados por los “piropos” que mi esposa y yo le echamos a la villa y su historia en cada ocasión que se nos presenta. Hemos recorrido sus calles, plazas y corros, degustado sus exquisitos platos y tapas, y, como no, visitado sus lugares más emblemáticos: su puente romano, San Antolín, las Casas del Tratado… También visitamos el magnífico conjunto constituido por el Real convento de Santa Clara, antiguo Palacio de los Benimerines, convertido desde tiempos remotos en la joya de la localidad, única en el mundo por cuanto en él y para él significó. Los elogios de nuestro amigo Manuel y su esposa hacia cuanto descubrieron no cesaron en el viaje de regreso. Sin embargo, algo se dejaron en el tintero. Mas no por propia voluntad, sino por los excesos de esa oficialidad existente en nuestro país, tantas veces ladina, arbitraria y, diría yo, hasta despótica.

Pero, volviendo sobre nuestra visita; sin que nuestros amigos se apercibieran de ello, mi esposa, en un momento de la misma, se acercó a la persona que nos guiaba y, hallándonos en la Capilla Dorada del palacio, le preguntó: “Y, los enseres de la reina Juana que se hallaban expuestos aquí, ¿dónde están?” La joven respondió amablemente, sin dar la menor muestra de extrañeza: “Están todavía restaurándose”. Mas, héte aquí que, haciendo memoria, uno cae en la cuenta de que, de esto, ya va para tres años. Casi treinta y seis largos meses que Patrimonio Nacional decidió, unilateralmente, que los tales enseres debían ser llevados a otro lugar, con la excusa de su restauración.

Bien es cierto que aquellos objetos, con siglos sobre sí, se hallaban en un estado de deterioro notable. Sin embargo, dada la largueza del tiempo transcurrido, muchos comenzamos a interrogarnos acerca de cuándo será el día en que volvamos a ver estas joyas en “nuestra propia casa”. Recordemos que, ya en su día, fue la presidenta de Patrimonio Nacional quien aseguró, pública y tajantemente, que “los dos instrumentos de la Reina Juana volverán a la villa del Tratado tras su restauración, aunque podrían participar en exposiciones itinerantes en otros lugares”. Pero esta es la fecha en la que ni el Realejo de la Reina, ni el Virginal (ambos del s. XVI) están entre los muros de nuestra villa.

Para aumentar aún más nuestras sospechas al respecto, hemos de recordar igualmente que, desde los primeros momentos, Patrimonio Nacional mostró gran interés en que estos dos instrumentos musicales formasen parte de la colección del proyectado Museo de Colecciones Reales en Madrid, por su incalculable valor. Lo cual, lógicamente, levantó las “iras”  del pueblo tordesillano que, apoyado desde el Ayuntamiento por la Consejería de Cultura de la Junta de C. y L., exigió al Gobierno el regreso de dichas piezas a su lugar de origen.

Ante lo que evidenciaba ser un atropello en toda regla por parte de Patrimonio Nacional, su presidenta, la señora Santos Llanos, sin duda en un intento por no soliviantar más al pueblo de Tordesillas y sus representantes políticos, aseguró con buenas palabras que “los instrumentos sí van a volver”. Pero lo curioso es que, en aquellos momentos y según el BOE de 17 de Julio de 2017, ya se establecían como piezas que pasarían a engrosar parte del Museo de Colecciones Reales, estos enseres. Afortunadamente, todavía quedaba alguien que se atrevía a alzar la voz diciendo: “ningún museo, ninguna cultura, ninguna tradición (…) puede estar por encima de la cohesión de cierto equilibrio territorial y social y de cierto reparto y reconocimiento de las herencias y tradiciones” (Llanos Castellano). Y esto es lo que, precisamente, reclamamos desde estas líneas: respeto al derecho de los pueblos a guardar como herencia aquellos rasgos culturales, tradicionales o históricos propios de su identidad, sin que nadie se arrogue la facultad de privarle de ellos en aras de una identidad supuestamente superior. Que nadie se equivoque pensando que los tesoros históricos y culturales del pueblo de Tordesillas pueden pasar a ser propiedad de algún ente estatal por el mero hecho de denominarse “nacional”. Ello supondría usurpar el derecho de unas gentes que, sin renegar de  su propia identidad española, prefieren conservar primero el orgullo de la suya particular. Cualquier lugareño se sentirá primero eso, miembro de un lugar determinado, y por ello no se sentirá más pequeño. También de una nación, pues lo uno no quita lo otro. Pero a costa de entregar lo que estima más valioso: su propia identidad de lugareño, ¡jamás!. Porque, si una nación es grande, lo será siempre gracias a eso, a la suma de todos y cada uno de sus lugareños, tal cual son.

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