La Semana Santa está cerca. En todos los rincones de nuestra amada España, se llevan a cabo preparativos para engalanar pasos y atuendos procesionales, y lo que siempre fue en España tiempo de penitencia, recogimiento y fervor se hace una vez más presente en los corazones, aunque no en todos los que sería deseable ni con la debida intensidad. No obstante, y a pesar de que el pecado campa hoy por doquier, aún quedan continuadores que defienden y viven con hondura esa espiritualidad española que siempre nos caracterizó. En ella se hacen presentes sentimientos de compasión y misericordia –tan escasos en estos momentos de guerra–, y surgen con fuerza las esencias más puras de nuestra cristiandad.
Pueblos y ciudades, bajo el calor que proporcionan los cirios y velas con que las cofradías acompañan a sus santos en sus diversos recorridos, procesionarán esa evidencia, cada vez menos atrayente para las nuevas generaciones. Lo hicieron siempre en medio de un ruego silente que se eleva al cielo con el firme deseo de que la sangre nueva recoja el testigo de sus antepasados. Y volverán a hacerlo este año arropadas por este propósito, buscando nuevas iniciativas cofradiles, en un intento casi desesperado por que les sea abierta la puerta de la sensibilidad y se les diga: ENTRAD.
La presentación del cartel que anunciará la Semana Santa tordesillana no tiene otra intención. Al igual que el presidente de la Junta Local (Isaías García), quien, junto con el presidente y tesorero de la Cofradía de Jesús Nazareno (Antonio María García), trabajan denodadamente para llamar la atención de aquellos que quizá no estén demasiado convencidos de que estas cosas conviene cuidarlas y hacerlas cada vez más nuestras. No en vano, existe una realidad innegable: la de que son los pueblos y no las grandes ciudades donde siempre se pusieron en valor todo tipo de tradiciones, siendo esta de la Semana Santa una de las más grandes que poseemos como nación.

En dicho cartel, está representada la imagen de Nuestro Padre, Jesús Nazareno. Imagen que, como todo buen tordesillano conoce, va seguida de la del Cirineo, ayudándole a llevar la cruz. Una magnífica composición de imaginería, tallada al completo por Felipe Espinabete en 1768 (escultor tordesillano), y vestida con túnica aterciopelada por el maestro sastre Lorenzo González (igualmente vecino de la villa). De ella, sólo estaban policromadas originariamente cara manos y pies. Si bien posteriormente, en el año 1997, Gregorio Rodríguez Martín, tras una pequeña restauración, daría policromía al resto del cuerpo. La imagen fue nuevamente restaurada en su totalidad en el año 2007, por Carlos Ávila de la Torre (restaurador y conservador de bienes culturales, conocido profesionalmente por sus intervenciones en la imaginería procesional de Castilla y León). El paso procesiona los días de Miércoles Santo (procesión de El Encuentro Doloroso), Jueves Santo (procesión de Jesús Camino del Calvario) y Viernes Santo (procesión de La Pasión de Cristo).

Como un dato ilustrativo más, añadiremos que esta cofradía fundada por iniciativa de Antonio Centeno González y Teodoro García Bazán en el año 1972 que ahora cumple 50 años es la primera en procesionar desde su creación con banda de música, y en ella intervenían: Quintín Higuera, Ángel “Peseta”, Dioni y Cheché (tambores), y Teodoro García, Ángel “Canario”, Toñi “Bedejo”, Luís “Churrero”, Julián “Gatera”, Geñete “Pavero”, Carrasco, José Galván y Félix Bazán (trompetas), entre otros, todos ellos clientes del Bar Minayo, lugar donde se gestó la iniciativa.
Al hilo de todo lo anterior añadiremos que, frente a esta demostración de fe real y verdadera, surge otra aparente, debilitada y vacía, que se denomina “creyente pero No practicante”, y que contribuye, tal vez sin pretenderlo, a que, en muchos lugares, nuestra tradición cristiana se desvanezca y deje de ser uno de los pilares más auténticos y sólidos de nuestra identidad española.
Nuestro pueblo no es ajeno a este triste acontecimiento. En él, algunas cofradías están destinadas a desaparecer por “inanición”. Tal es el caso de la cofradía de La Vera Cruz y otras. Una, si no la de mayor antigüedad entre cuantas procesionan por todos los lugares de nuestro país y que, en Tordesillas, según algunos datos, tiene su origen a mediados del siglo XV. Aunque es bien conocido que ya con anterioridad existía ermita bajo esa misma advocación. Lo que abre la posibilidad de que su aparición sea, según algunos escritos, del año 1393.

Todas estas asociaciones o cofradías surgieron como respuesta a las catástrofes, epidemias y toda clase de problemas acuciantes de los creyentes, los cuales encontraron en sus santos el camino para solicitar auxilio y protección. Pero los tiempos aciagos en los que vivimos y la cada vez más creciente materialidad parecen haberse convertido en la meta de toda sociedad. Hemos dejando de lado todo tipo de espiritual, motor que fuese en otro tiempo de la vida y de la historia de los pueblos. Y nos hemos abandonado a la comodidad y a los vicios, como si fuesen la solución a todos nuestros problemas; sin darnos cuenta de que, cuando realmente tenemos dificultades, son pocos los que no recurren (aunque sea en silencio y en secreto) al Cielo, reclamando su ayuda. Y es esa misma comodidad en la que vivimos la que nos hace olvidar que, como humanos, necesitamos de esas otras cosas invisibles, que no son pan, para sobreponernos a nuestros propios extravíos. Ahora, nuestra religiosidad se halla en peligro de extinción. Y, al igual que ella, nuestras cofradías, las que, como signo de fe fueron creadas por nuestros antepasados, y a los que tenemos la gran oportunidad de honrar defendiendo su legado como merecen. Sé que, para muchos, esto sólo sonará a palabrería; pero, aunque no lo creamos, necesitamos de esa Fe para avanzar. De hecho, si nos detenemos un instante a pensar, nos daremos cuenta de cuántas cosas hemos perdido precisamente por falta de ese espíritu combativo que nos viene no se sabe de dónde, pero que está ahí, a nuestro alrededor, esperando que recurramos a él para socorrernos.


Y es que, en demasiadas ocasiones, los problemas no se solucionan solos, aunque algunos lo crean. Simplemente, porque muchos de ellos son producto de nuestra negligencia y abandono. Pero siempre resulta más sencillo echarle la culpa a los demás.

Actualmente, apenas procesionan una docena de cofrades de entre todos los que la componen. De hecho, ni siquiera pueden procesionar con banda de música –lo cuál viene a ser lo de menos, dado que el silencio no supone necesariamente una merma en su esplendor procesional. Pero no cabe duda de que, de continuar así no habrá posibilidad de mantener viva ninguna cofradía, relegando a nuestros santos a permanecer encerrados en sus respectivas capillas indefinidamente. E igualmente ocurrirá con nuestras capillas personales, que se desvanecerán hasta no ser más que pura materia, en la que no cabe ningún tipo de esperanza.

Desde estas líneas y con la mayor humildad recurro a la mejor voluntad y a la espiritualidad de todo buen tordesillano, para que tomen conciencia de la necesidad de seguir apoyando, con nuestra colaboración, trabajo y esfuerzo, la pervivencia de todas nuestras tradiciones y muy especialmente esta de la Semana Santa. No dejemos de hacerlo, perdemos más tiempo en el bar, del que, en la mayor parte de ocasiones, salimos con los pies fríos y la cabeza caliente. Y, si es por la cuota, no lo entiendo, el sostenimiento de las pandas supone una inversión mayor y sin embargo continúan existiendo. Alimentemos nuestras tradiciones con fe en nosotros mismos y un comportamiento más coherente y decidido. Tordesillas posee un rico legado imaginero y patrimonial que todos estamos obligados no sólo a cuidar, sino a ampliar en la medida de lo posible. No seamos únicamente carne que deambula por el mundo; porque, de ser así, otros se servirán de nosotros, nos ignorarán y, finalmente, acabarán sacrificándonos en su beneficio.
¡¡¡VIVA LA SEMANA SANTA TORDESILLANA!!!