Vivimos en un mundo tan turbulento que, a veces, nos olvidamos de sonreír. Dicen que la risa es uno de los mejores remedios para combatir las enfermedades, el estrés, y otros padecimientos corporales, e incluso para fortalecer el espíritu. Sin embargo, no siempre es posible debido a las circunstancias.
En España, el remedio más utilizado para salir de esa espiral negativa que supone el decaimiento, la ansiedad, o la falta de ánimo es el chiste. Ese chascarrillo, chanza, u ocurrencia que intenta caricaturizar o criticar de algún modo una situación o persona. La experiencia juega un papel determinante en este caso, pues, unido a la capacidad imaginativa del individuo, trae como resultado la risa o el desternillamiento de quienes escuchan ávidamente el relato o comentario en cuestión.

En ocasiones, es incluso la noticia la que da origen al chiste, como resultado de un suceso anecdótico que, si bien no ha de estar vinculado necesariamente a un hecho gracioso, lo puede estar en cambio con lo contrario, o sea, el infortunio, la desdicha, la fatalidad, e incluso el desastre.

En el caso en que nos hallamos, ello ha sido noticia televisiva. La ocurrencia tuvo lugar en una localidad barcelonesa. Y consistió, simplemente, en una especie de “allanamiento de morada”. Término este que, técnica y penalmente, supone “Entrar en domicilio o local de otra persona sin su consentimiento, o permanecer en él en contra de su voluntad”. Algo común en los tiempos que corren, pero que, tratándose de un difunto, resulta bastante difícil de comprender. De hecho, hasta el momento presente no se ha dado el caso de que ningún cadáver haya “okupado” ningún domicilio particular. Y menos sin su expreso consentimiento. Lo cual, también resultaría no menos extraño. Pero, así las cosas, hemos de aclarar que, lo que sucedió realmente es que alguien falleció. Y las personas encargadas de trasladar el cadáver e instalar el féretro con el correspondiente cuerpo sin vida del exangüe en el nicho correspondiente, por error, lo hicieron indebidamente en otro, propiedad de una familia distinta a la del fallecido. Luego, al darse cuenta aquella de que el nicho en cuestión estaba ocupado, comunicaron el incidente a la autoridad competente, provocando así la pertinente investigación.

El caso es que, mientras todo se aclaraba, el muerto en cuestión continuaba “okupando” (involuntariamente, por supuesto) el nicho que no le correspondía. Y la familia propietaria del nicho “okupado” continuaba en tensión, a la espera de que aquel embrollo se solucionase.
Finalmente, todo acabó aclarándose. Los errores humanos también llegan hasta los cementerios, de los que, en alguna ocasión, se ha escapado un muerto del depósito para regresar tranquilamente al domicilio familiar, provocando con ello el correspondiente susto, que pudo acabar siendo más grave de lo que nadie podía imaginar.

En fin, que la problemática “okupa” no es una mera preocupación social, económica y política. De momento, continúa su evolución. Ya veremos en qué acaba; pues, según parece, ni los muertos están dispuestos a quedarse sin un techo en el que descansar en paz, sea cual sea.