Ellos… así son

por J.A. "GARAÑEDA"

-Y ¿sabe vuesa merced algún oficio? -preguntó el grande.

El menor respondió:

-No sé otro sino que corro como una liebre, salto como un gamo y corto de tijera muy delicadamente.

Así habla uno de los protagonistas de la obra cervantina Rinconete y Cortadillo, en uno de sus párrafos iniciales. Y así nos consta, cada día con mayor evidencia, que manejan, algunos gobiernos “democráticos”, las artes del embeleco y la picardía.

Sí; porque, tras cuarenta y seis años de gobiernos democráticos en nuestro país, la mayoría de los partidos políticos que han pasado por él, tanto de un signo como de otro, han practicado ese juego con “naipes de figura ovalada”(…) “porque durasen más”. Y vaya si les están durando, además de proporcionarles pingües beneficios.

Cuando el partido socialista llegó al poder aprovechó bien los referidos naipes que Diego y Rincón habían limpiado de polvo y paja, “mas no de malicia” y se pusieron a “jugar a las veintiuna”. Luego, llegaron los arrieros, que se añadieron a la partida, y ahí comenzó el desmadre.

Eran años en los que la banda terrorista ETA imponía su ley por doquier, amedrentando a empresarios y sacrificando vidas ajenas, entre las que no faltaron algunas de los propios socialistas. Uno de ellos, Enrique Casas, fue muerto a tiros en febrero de 1984, cuando se hallaba en su domicilio. Si bien con anterioridad ya habían caído correligionarios del propio partido. Y como alguien en el seno del mismo no debía ser conforme con aquella sangría, pues se trataba de los suyos, tomó venganza, eliminando a los miembros del comando Mendeku, menos a uno, José Luís Merino Quijano, cuando cruzaban la ría de Pasajes en una lancha hinchable. Algo que no era únicamente un acto de “justicia” a la catalana, sino una llamada de atención con mensaje subliminal incluido: “A NOSOTROS NO”. Es decir: los socialistas estaban transmitiendo a los malos de la película que ellos habían venido a la política para otras cosas, no para morir en el intento. Y así ha sucedido durante el resto de los años siguientes, hasta la actualidad.

Hoy es la fecha en la que, analizando los hechos que han tenido lugar durante todo este tiempo, el menos avezado puede darse cuenta de que, lo que el partido socialista ha hecho en España no ha sido gobernar, sino aprovechar esa coyuntura que en varias ocasiones les ha ofrecido el éxito electoral para hacer y deshacer a su antojo, a espaldas de lo que en algunos pasajes bíblicos de San Pablo puede leerse, a saber: “…lo que respecta al mutuo desarrollo común”.

Sin embargo, lo que ellos deben entender por “común” no parece coincidir con lo que es entendido por la generalidad de las gentes, siempre ajenas a ese juego de naipes en el que el dueño siempre resulta ganador. Lo cual hace, como no puede ser de otra manera, que el arriero se mosquée.

Pero ellos son así. Ausentes de las desgracias de aquellos que no pertenecen a su “cuerda”, hacen política a su manera, de modo que, si alguno tuviere cualquier tipo de conflicto con la justicia, o con el fisco, o con cualquier otra institución del Estado, no deba temer nada, ya que ellos se encargarán de componer, descomponer, arreglar, o apañar cuanto sea preciso con tal de que quien lleve el as  de las 21 no sea el contrario.

De esta y no de otra manera uno acaba entendiendo por qué algunas personas obtienen determinados reconocimientos institucionales, y quienes debieran sufrir todo el peso de la Ley por causa de sus sucias y perversas acciones y/o maquinaciones salgan indemnes. Da igual que sean o hayan pertenecido a organizaciones terroristas, como ETA, o gocen de renombre político. Sólo es preciso tener el carnet del partido. Y eso, amigos, marca la diferencia.

Pese a ello, no es esto lo que más nos irrita, por considerarlo tremendamente injusto y sesgado,  sino el hecho de que se concedan determinadas condecoraciones, aunque sean no pensionadas (que ya sería el colmo) a ciertas personalidades “por sus relevantes servicios al Estado”. No. Lo que más nos indigna (y lo digo como cristiano que soy) es que personas que jamás dieron la menor muestra de arrepentimiento por el apoyo a causas inhumanas y criminales, como es el aborto, donde se sacrifican diariamente en el mundo miles de vidas inocentes ante la impunidad de las mal llamadas democracias, luzcan orgullosas, o quizá con arrogancia y soberbia, una condecoración en la que figuran la Cruz y la imagen de la Santísima Concepción. Símbolos categóricamente sagrados, respetables y respetados por todos los que nos consideramos creyentes, y que, a partir de hoy hemos de soportar de manera afrentosa que personas indignas de ellas las luzcan en sus pechos. Sin duda ello supone la más violenta agresión hacia nuestras creencias religiosas, además de un sacrílego y esperpéntico acto, que provoca nuestro mayor desprecio por quienes, de una u otra forma, han promovido, autorizado o refrendado este incalificable hecho institucional.

Pero ellos… Insisto, ellos son así.

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