Toda la imaginación es poca con tal de no hacer las cosas como debieran. Y es que, en época de vacas flacas, hay que buscar a un “genio” (como aquel José) que resuelva los problemas a los que se enfrenta desde su toma de posesión el faraón. Sánchez, agobiado (que no atosigado por las grandes responsabilidades que debe afrontar y resolver), con su interminable séquito de ministros/as, asesores, etc. ha de hacer frente cada día a múltiples problemas (que él mismo ha creado) para dar la sensación en la opinión pública de que está suficientemente dotado para sacar al país de la peligrosa crisis en la que nos ha sumido. Una crisis que, además de constituir un desastre en términos de moralidad y dignidad política, se halla lejos de ser un problema menor, pues llevará años levantar la cabeza antes de que todo vuelva a los cauces normales, si es que a partir de ahora podemos hablar de “normalidad”.

Lo del apagado de luces en los escaparates a partir de un determinado horario, al igual que poner automatismos en las puertas para que no se pierda energía y otras tonterías, está bien. Pero hablar de “despilfarro” de kilovatios cuando todos sabemos que eso es lo que mejor se le da a este gobierno (como a todos los anteriores gobiernos de izquierdas que le han precedido) resulta, cuando menos asombroso. Sólo recordar el triste paso de González, Zapatero, con toda su recua de ministros y colaboradores, da escalofríos; sobre todo si uno se detiene un instante a “cantar” (como hacíamos en la escuela) las cifras millonarias de millones y millones que se han ido quedando por el camino. Y ahora, nos vienen con la cantinela de que “no nos podemos permitir perder ningún kilovatio”… De verdad, la señora Ribera no sabe lo que dice. O quizá sí; porque si lo del “nos” está referido a ellos en tanto que miembros del gobierno, me lo creo a pies juntillas. De hecho eso es algo que han demostrado por activa y pasiva durante todo este tiempo, en el que han aprovechado todas las oportunidades que han tenido para beneficiarse de la situación a costa de todos los españoles. ¡Qué desgracia! tener que aguantar tantas paparruchadas y tanta chulería. Además, si no nos podemos permitir este lujo, ¿a qué viene tanto falcon de allá para acá? ¿Tanto coche de superlujo y tanto hotel de cinco estrellas para unas pocas horas? ¿Tanto asesor y tanto aumentar cada vez que se les antoja el gasto público, haciendo crecer innecesariamente el número de funcionarios de una administración ya sobresaturada de por sí y en la que, si hay que hablar de lo que sobra, serán precisamente ministerios y políticos? Y, por otra parte, si tanto nos preocupa la crisis económica y el gasto superfluo de kilovatios, ¿por qué estamos tan empeñados en meter por los ojos al ciudadano la opción del cochecito eléctrico (como si se tratase de un juguete de feria) haciéndole creer que se va a ahorrar un dinero que tendrá que gastarse al hacer la compra del vehículo y que jamás podrá amortizar? Y, también, no lo olvidemos, con los impuestos añadidos que todo ello supone. Pero la gente, que es tan “incauta” además de patidifusa mental, no se entera.


Mientras todo esto sucede, nuestras centrales nucleares (el modo más eficaz y económico de producir energía eléctrica) continúan cerradas, pudriéndose y manteniendo en la miseria a miles de familias que no conseguirán levantar cabeza nunca. Nuestros bosques quemándose por diestro y siniestro. Los “padres de la patria” viviendo como maharajás a costa del ciudadano. Y la democracia convirtiéndose a pasos agigantados en el nido de corrupción más grande de nuestra historia, en el que todos los contubernios y negocios sucios, todas las soluciones oscuras para los asuntos más inconfesables que afectan a la inepta y amoral camarilla política que ocupa el poder del estado tienen cabida. Así que, doña Teresita y don Pedrito, la solución de los problemas económicos y sociales de España está en prescindir de tanta farándula innecesaria, de tanto amiguete colocado a dedo, de tanta mentira y falsedad, de tanto nepotismo e hipocresía, y ponerse a trabajar en serio en pos de lo que ustedes llaman con tanto orgullo (gay y no gay) “estado del bienestar”. Un concepto que yo, personalmente, opino que, cuando hablan de él, únicamente se refieren al suyo propio.


1 comentario
Muy bueno.
No puedo estar más de acuerdo