Es un hecho que el globalismo y su agenda 2030 existe desde hace años. Sin embargo, la publicidad que se ha hecho de este movimiento ha variado sensiblemente desde su creación. A grandes rasgos, podemos decir que el globalismo es un concepto que aparece inmediatamente después de la 2ª Guerra Mundial y que tiene como finalidad establecer un nuevo orden supranacional a costa de liquidar la tradicional soberanía nacional de los estados, siendo la ONU el organismo encargado patrocinar este logro. Contrariamente a lo que se había defendido hasta aquellos momentos, la soberanía nacional deja de tener importancia, y una mentalidad nueva surge ante los ojos de los diferentes estados que conforman aquel organismo. Y, aunque la idea no está demasiado claro dónde hunde sus raíces realmente, son muchas las opiniones que apuntan hacia ciertos postulados judeo-masónicos.

Una consecuencia de ese deseo impositivo contra los estados nacionales tradicionales a través de la idea supranacional es, entre otras, la llamada agenda 2030. Una correría que no constituye otra cosa sino el firme propósito de imponer un indeterminado número de cambios en costumbres, tradiciones, modos de pensar, de vestir, de relacionarnos, e incluso de alimentarnos. Y para ello, como no podía ser de otra manera, se utiliza continuada, subrepticia y sutilmente algo tan conocido como la amenaza, la coacción, el miedo, la postergación, etc.

En el caso de España y de la práctica totalidad de los estados europeos y euroasiáticos, este método (a todas luces coercitivo y fuera de toda ley penal y moral), se ha manifestado abiertamente a través de la Cobid-19. Una aparente pandemia mediante la cual se ha aterrorizado al 99% de la población, provocando así un estado de psicosis generalizado que ha inducido a la gente, directa e indirectamente, a comportarse de modo totalmente diferente a como había venido haciéndolo hasta aquel momento, e incluso incoherentemente o cayendo en el absurdo. A ello han contribuido de manera servil los medios de información, en general; y sólo algunos de menor calado y no subvencionados han permanecido fieles a la deontológica dignidad profesional.

Pero, si nos adentramos un poco más en esta selva de sucios propósitos, observaremos que, lejos de caer en la confusión y la incomprensión, algunos rayos de luz se abren ante nuestros ojos. Uno de ellos es el del fuego. Un fuego que calcina nuestra geografía por doquier y que parece no tener ningún sentido cuando realmente no es así. De hecho, comprender por qué un bosque se quema por diez lugares diferentes al mismo tiempo resulta bastante inexplicable; a no ser que sea cosa de meigas, en las que nadie cree pero que haberlas ahylas. Del mismo modo que (existen videos que lo corroboran) uno puede comprobar la desidia y la falta de interés por sofocar los focos, al ver cómo las cuadrillas encargadas de llevar a cabo ese trabajo huyen hacia lugares donde el fuego no existe, ante la insólita mirada de los paisanos colaboradores. Quienes debieran hallarse en el lugar de la catástrofe por razón de su profesión como fuerzas del orden y la seguridad se ignora dónde están. Y si en otros casos similares los refuerzos de la UME han contribuido a resolver este tipo de situaciones, ahora tampoco hacen acto de presencia. Los hogares quedan a merced de las llamas. Y las vidas humanas carecen de importancia ante la mirada insensible de políticos y otras hienas.

Es así como se coopera a la destrucción nacional. A la desaparición de un estado secular, como es el nuestro, lleno de raíces y lumbrera del mundo. A la entrega de nuestra soberanía nacional en manos de quienes quieren dominarlo todo y a la humanidad entera. Aunque existen otras muchas formas que no vamos a detenernos en enumerar ni a explicar en estas líneas. Sin embargo, no le quepa duda, querido lector, existen. Y, más tarde o más temprano nos veremos obligados a comprobarlo en nuestras propias carnes. O, lo que es más doloroso, en la de nuestros hijos. Lamentable, ¿verdad? Quizá para muchos todo esto carezca de importancia; o sea, simplemente, una “caza de brujas”. Pero créanme, no es así. Alguien dijo que lo único que necesita la humanidad para no ver la verdad es que se la presenten ante sus propias narices. Pues, a lo que parece, ese momento ha llegado. Y no habrá de transcurrir mucho tiempo sin que contemplemos cosas aún peores porque, cuando el avestruz mete la cabeza bajo tierra… Ustedes ya me entienden.

1 comentario
Creo q Ud. debería informarse mejor, las brigadas y cuadrillas encargadas de sofocar los incendios forestales nunca abandonan su línea de frente de actuación, sólo la abandonarán cuando están desbordados y peligra su seguridad, entonces sacrificamos parte de la masa forestal por seguridad de sus combatientes. Un saludo