¿Dónde está está el tope del metal en nuestro campo?

por Jesús López Garañeda

Pocas veces nos paramos a pensar en las consecuencias que para el futuro de quienes vengan detrás de nosotros van a encontrar en su medio ambiente en el que se desarrollan y viven. Claro ejemplo son las sustituciones de trigo por metal que llenan nuestros campos del ayer en donde vivían la liebre y la perdiz, el zorro y los pardales, el pepechín y las grajetas, la garduña y el conejo, el perico y el gavilán… Y hoy placas y placas solares que han entrado como ladrón por el butrón de la autorización interesada y política.

Esta era la situación tan solo hace tres años

Aquí importa un bledo el medio ambiente, y ya ni los ecologistas alzan su voz contra la proliferación abusiva de placas, de molinos aéreos, generadores eólicos, dicen que perfectamente ecológicos. Y una mierda, ecológicos. Si una persona mata un águila, cárcel y multa al canto y si la mata un molino, muerte en aras del progreso.

En solo doce meses se ha puesto en marcha más potencia que en los doce años anteriores.

Desconozco si ninguna institución se pregunta hasta dónde vamos a llegar en la proliferación  de placas en vez de lechugas, trigo o girasol por los campos convirtiéndolos en un siervo de la gleba de la ciudad y de sus necesidades eléctricas y electrónicas.

Muere el campo poco a poco, lo estamos matando y lo vemos como progreso… ¡Hay que ser cínicos para no sentir esta invasión!

Y eso algún día lo tendremos que pagar.

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