Diferentismo e Igualdad

por J.A. "GARAÑEDA"

A veces cuesta trabajo imaginar que nuestra España pueda ser la misma que un día fue y conocimos. Ya sé que esto, tal vez, pueda suponer para algunos una opinión un tanto reaccionaria, conservadora, incluso cavernícola y regresiva; pero, para quienes conocimos mejores tiempos (me refiero a limpios, menos impíos y, sobre todo, mucho más honestos), la realidad nos indica que el grado de degeneración de esta sociedad en la que vivimos, y más que nada de la casta política dirigente en general, no cabe ser mayor.

Con todos los errores que hubieran podido cometer, nuestros más inmediatos antepasados generacionales consiguieron hacer de esta tierra un país desarrollado, en continua expansión no sólo a nivel industrial sino educativo, intelectual y moral. Pero los comunistas y el socialismo, depredadores como siempre, jamás perdonan; y hoy, más de ochenta años después, unidos en sus propósitos desintegradores, vuelven a fustigar nuestras mentes, al igual que las de todos nuestros compatriotas, con sus perversas doctrinas e idearios, decididos a convertir nuestra patria en el más abanderado bastión occidental de la ideología de la miseria y de la muerte.

Ejemplo de todo ello es la política que se ha venido y viene desarrollándose  en España, desde hace años, por los partidos políticos de izquierda, y más concretamente a partir del “asalto” al poder de Sánchez, quien no ceja en su intención por convertir España en un estado federal pseudo-democrático al estilo del viejo telón de acero, adoptando como táctica cargarse paso a paso todo aquello con tufillo a franquismo. Como si lo suyo fuese otra cosa bien distinta, que lo es, pero en peor grado.

Así las cosas, el arquetipo que con mayor éxito ha desarrollado nuestro “original” presidente hasta el momento ha sido y es el ministerio de Igualdad. Un departamento liderado por la Sra. Montero, cuya pretensión es (y de hecho la está consiguiendo) aglutinar todas las fuerzas radicalmente opuestas a lo que debiera ser el auténtico sentir democrático del país. Aunque ellos se autodenominen demócratas. Para ello, sólo ha tenido que elaborar un programa capaz de dar cabida a cualquier posicionamiento o sentimiento en el que el concepto “igualdad” fuese interpretado por el más amplio sector de individuos como la posibilidad de hacer con sus propias vidas lo que quisieran, y con las de los demás aquello que consideren oportuno. La libertad…, no importa. Los derechos individuales…, tampoco importan. Los colectivos…, únicamente los que respondan a la idea programática del ministerio. Es decir, a dicha ideología. De hecho, en este movimiento se integran gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, intersexuales, y qeer (para quienes no están muy puestos en esto: personas que no desean ser etiquetadas de un modo tradicional por su orientación e identidad sexuales). Aunque también pueden formar parte de este variopinto conglomerado prostitutas, pedófilos, y cierto tipo de individuos relacionados directa o indirectamente con actividades presuntamente delincuenciales. Según la organización BBVA, el vínculo de todas estas personas está justificado por el deseo de “cultivar un ambiente diverso, igualitario y respetuoso en el ámbito personal y profesional”. Algo así como “la flor y nata” de esa sociedad moderna progresista, asentada sobre la base de corte buenista y absurdo, en el que todo vale siempre que no se oponga a ella o la critique.

Pero, ¿en qué se diferencian realmente el igualitarismo y el diferentismo? ¿Cuáles son sus posicionamientos en cuanto a una visión de progreso real y democrático?

Desde nuestro punto de vista y dada la trayectoria que en nuestro país ha adoptado el movimiento izquierdista, el igualitarismo tan sólo es un posicionamiento discursivo; una actitud que, aprovechando la ignorancia, y el egoísmo e hipocresía de gentes sin escrúpulos, trata de captar adeptos en orden a generar, mediante una ideología perfectamente estudiada y elaborada, un movimiento regresivo dentro de una sociedad tradicional con orígenes en valores clásicos humanistas.

En cuanto al diferentismo, aun siendo un término obsoleto, no por ello deja de ser hoy objeto de reflexión. Difiere del igualitarismo en la manera de entender lo “diferente”, al cual atribuye un valor superlativo, basado en ese espíritu clásico del que el igualitarismo reniega y, per se, desprecia.

Nos encontramos, por tanto, ante una imagen perfectamente definida de rechazo. Una especie de repudio de lo que es bueno y saludable frente a lo que defiende cualquier tipo de conducta reprochable o sórdida, fuera de los cánones de la perfección humana. Lo que es tanto como ensalzar el ostracismo o la condena de quienes tienen un comportamiento correcto e intachable, frente a aquellos que abominan absolutamente las reglas de la Naturaleza. Espejo este, sin duda, en el que todo ser humano debiera mirarse, para así superar todas las dificultades, pues en ella se encuentra todo lo que forma parte de la divinidad, con sus insondables secretos.

La idea fascista, por consiguiente, no proviene en este caso del que es diferente en sentido óptimo. Más bien al contrario, tan sólo es una repugnante propuesta de ese igualitarismo, libidinoso y atroz, que confunde intencionadamente la bondad con la perfidia. Una bondad exagerada y sin límites que, algunos, han dado en denominar “buenismo”; que arrastra a los seres humanos a su propia perdición y, en ocasiones, a una muerte corporal y espiritual.

1 comentario

Maria José Boned 06/12/2022 - 08:43

Gracias por tus artículos.
En esta sociedad desquiciada,
son una ventana abierta a la razon

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