Muchas son las opiniones que se han vertido esta semana en WhatsApp en relación a una nueva propuesta de modificación del reglamento del Torneo. Una opción del ayuntamiento a instancias de la Junta que, en mi opinión, no supone sino una trampa más para acallar nuestras voces y, al mismo tiempo, mantener en la “reserva” al sector antitaurino. Sin embargo, el hecho cierto es que, hace seis largos años, nos fue asestada una puñalada trapera de mano de quienes, hasta entonces, habían sido defensores de nuestra secular tradición. Lo cual no debe ser olvidado por el pueblo tordesillano.
Por otra parte, entiendo la inquietud y el deseo que subyace en el ánimo de algunos de intentar “agarrarse a un clavo ardiendo” para lograr que El Torneo vuelva a las calles de la villa. A mí también me gustaría. Pero no debemos olvidar cuál es el aspecto fundamental sobre el que se asienta la importancia y pureza del mismo: la lucha cuerpo a cuerpo; la fuerza contra la inteligencia; el juego entre la vida y la muerte. Así fue desde tiempo inmemorial y así debería seguir siendo. No obstante, desde hace tiempo se palpa un interés inusitado por parte de “la casta” traidora por empatizar con el pueblo tordesillano. Unas veces regalándonos actividades turísticas nuevas. Otras haciendo un gran derroche propagandístico en los medios regionales acerca de nuestra cultura. Y, en general, desplegando una serie de “velas al viento” en un intento aparente por complacer, si no a todos sí a una gran mayoría, por lo que ellos, tal vez, consideran un daño irreversible que: a) no están dispuestos a reconocer; y b) saben sobradamente que no podrán borrar nunca de nuestra memoria.

En este último sentido, así debe seguir siendo. Pues, si la JUSTICIA existiese verdaderamente, muchos ya habrían sufrido condena, por haber infligido a pueblo tan noble daño tan inconmensurable. Ahora quieren contentarnos con “regalos” que, a nuestros ojos, no son sino cortinas de humo para obligarnos a seguir contemplando tan innoble postura como un suceso al que no merece la pena concederle mayor importancia. Ante tamaña afrenta (ahora continuada por tanta babosada como se nos pone ante los ojos) Tordesillas y los tordesillanos siguen diciendo lo mismo que siempre dijeron: ¡NO NOS RENDIMOS! O muerte, o nada. Es la raíz de nuestro carácter. Y el signo identificativo de lo que hemos sido, somos y seremos. Quienes quieran jugar al escondite, libres son de hacerlo. Pero las cosas dignas y auténticas sólo pueden ser llamadas por su nombre. Al igual que a quienes son desleales o felones se les llama traidores, los tordesillanos deseamos seguir luciendo el galardón de “muy nobles y leales”, tanto para quienes desde su gobierno merezcan tal mérito, como para nosotros mismos. El deseo de convertirnos en marionetas del poder nunca nos atrajo. Y ahora, tristemente, no iba a hacerlo un lazo de colorines (con mis respetos para quienes opinen de otra manera). En realidad, sólo se trata de humillarnos una vez tras otra; y, al mismo tiempo, intentar convertirnos en cómplices de su traición y villanía.
