Las redes sociales tendrán lo que sea, pero, afortunadamente, suponen una fuente documental que, consultada adecuadamente, nos proporciona informaciones validas y, a veces, olvidadas.
Hoy me ha llegado un vídeo en el que aparece el honesto Sánchez pidiendo la dimisión de Rajoy, cuando aún era Presidente de Gobierno de España. Y me he quedado a cuadros escuchando las palabras cargadas de “honestidad” de un personaje al que hoy muchos adoran, literalmente.
En su discurso, dirigido a todos, a los medios y a la ciudadanía en general, hace una maquiavélica utilización de la prensa con la intención de minar la imagen del hombre que se halla en ese momento al frente del Ejecutivo, exhortándole claramente a que se vaya. Para ello invoca las tramas de corrupción del Partido Popular; la innegociable ejemplaridad pública que debe darse frente a Europa y el mundo entero; al mayor enemigo público de nuestro Estado, llamado “corrupción”; al referente moral y ético que un Presidente de Gobierno debe ser para el conjunto de la sociedad y de cara al prestigio internacional de nuestra nación, etc, etc, etc. Y, a renglón seguido formula una interpelación dirigida a su oponente político:
– ¿Usted se ha preguntado el alto precio reputacional que tienen que pagar todos los ciudadanos de este país por mantenerse Vd. como Presidente de Gobierno?
Luego, continúa, invitándole a presentar de una manera honorable su dimisión, para evitar así arrastrar al resto de España en su caída; como si lo honorable y lo corrupto fuesen términos sinónimos. Además, afirma refiriéndose a Rajoy: “…si la corrupción ha llegado al Gobierno de España ha sido por él”. Y, finalmente, le exige por dignidad de España que no la suya, que dimita.
Un discurso, sin duda, cargado de ejemplaridad política y moral, pero igualmente de cinismo e hipocresía. Y un discurso cargado de intencionalidad política, para hacer creer a un electorado bobo e ignorante que él es el único que puede sacar a España del cenagal en el que se encuentra sumida.
Ésta fue la imagen que Sánchez, el honesto Sánchez, transmitió al pueblo español antes de acceder a la presidencia del gobierno por arte y magia vayan ustedes a saber de qué o de quienes. Lo cierto es que, tras un irregular pero sin dida muy bien amañado e inteligente plan, el honesto Sánchez accederá al poder, dejándonos claro ahora, por si teníamos alguna duda, quién es realmente. El simple hecho de que seamos la irrisión del mundo ya lo dice todo. Es cierto que con el anterior presidente también hicimos bastante el ridículo ante Europa y el resto del mundo. Pero comparado con las barbaridades que llevamos contemplando y soportando desde que el honesto Sánchez accediera al poder, resulta, desde todo punto de vista, repugnante. Si la imagen de los sucesivos gobiernos que han desfilado por esta impresentable democracia nuestra desde la muerte de aquel bien y mal visto “dictador”, hubiera que compararla en virtudes y defectos, no me cabe la menor duda de que la palma no se la llevaría el gobierno del honesto Sánchez. O, tal vez sí, habida cuenta de que en un mundo tan taimado como falso y estéril en integridad y decencia, nada es seguro, ni pulcro, ni responsable, ni creíble.
De este modo llegamos a aquella misma y triste conclusión de Hannah Arendt, al afirmar que “la mentira sólo tiene como objetivo garantizar que ya nadie crea en nada”. Lo cual resulta un hecho tan evidente que supone el retrato de nuestra sociedad misma. Una sociedad que ya no puede distinguir entre el bien y el mal; que ha sido privada de la facultad de pensar y, por consiguiente, de juzgar; y que, sin saberlo, está siendo sometida al imperio de la mentira.
El resultado de estos enjuagues socialistas y no socialistas es, por muy triste que nos resulte, esa única verdad que nos apabulla, nos humilla y hace que nos hundamos cada vez más en esa caverna cenagosa e infernal que son la locura y el delirio. Y así, con un pueblo abyecto y reducido a la nada se puede hacer cualquier cosa que se nos ocurra.
Me gustaría que esto no fuese una profecía, y que sencillamente se quedase en adivinanza. Sin embargo, las condiciones que se están dando tan repetidamente en nuestro país y en nuestra sociedad me dicen que no me haga demasiadas ilusiones. Por tanto, ruego a Dios encarecidamente, para que los presagios no se cumplan y España vuelva a ser lo que un día fue: una, grande y libre.
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Ya sabes lo dado que es su sanchidad a cambiar de opinión. Pero que no se nos olvide, si no fuera por los palmeros que le siguen votando el ya mo estaría. Y me sumo a tus ruegos. Una porque Espana no es una nación de naciones, grande porque siempre, ya desde los Reyes Católicos lo fue, y libre porque hasta que él llegó, España nunca habia estado en manos de chantagistas, proetarras y de golpistas y separatistas.